La formación de un psicoanalista es una tarea intensa y delicada, que implica un esfuerzo sostenido a lo largo de muchos años. El psicoanalista es alguien que toma primero la medicina que administra, y entonces es el análisis personal la columna vertebral de cualquier adiestramiento. Pero la formación se asienta también en dos puntales más: el ejercicio continuo de la supervisión, una práctica en que un analista habla de su trabajo con otro analista experimentado, a menudo por años; y la formación teórica que suele organizarse a través de seminarios.
La teoría, la clínica, las relaciones con artes y ciencias; el control de casos y una intensa y verdadera experiencia del inconciente a través del propio análisis son entonces el nudo de una formación que es, de algún modo, interminable.
Aquí muestro algunas propuestas en las que he trabajado, acerca de temas que encuentro cruciales para la práctica del análisis. Están organizadas en dos modalidades: como taller intensivo presencial de unas ocho horas de trabajo, y como seminario extendido -presencial y remoto- que permite profundizar un trabajo de investigación sobre un tema específico a lo largo de varios meses.