Trabajo como psicoanalista en los distintos modos en que concibo esa práctica: analizando o supervisando -a través de la experiencia de un encuentro personal y también en las nuevas modalidades de la experiencia asociadas a lo virtual-, o transmitiendo el psicoanálisis través de seminarios o talleres, o de la escritura o la edición.

En el largo adiestramiento para la función que desempeño, el viajar también ha sido y es un elemento crucial: si el análisis mismo es una suerte de viaje, la formación de un analista lo es también. Y es en el viaje -y el encuentro con la diferencia, con la extrañeza, con lo radicalmente distinto fuera o dentro de uno- donde se templa la escucha psicoanalítica. Y se preserva así ese lugar de extranjería imprescindible para un psicoanalista.

Este modo de concebir mi oficio obliga a viajar entre lenguas y geografías, teorías e interlocuciones diversas, a alejarse de cualquier confort intelectual. Ése es el modo en que intento ejercitar una práctica como el psicoanálisis, que guarda rigor sin ser del todo científica, que implica el cuidado artesanal por el detalle sin ser un empirismo caprichoso; que entraña la responsabilidad de pensar cada caso como único y obliga al practicante a una ética implacable.

Estudié primero psicología en una ciudad con tradición universitaria, en una universidad de cuatro siglos de existencia, y luego psicoanálisis, en la misma ciudad, de acuerdo a los criterios de la Asociación Psicoanalítica Internacional, la institución fundada por Freud hace más de un siglo. Formado como psicoanalista entre Córdoba y Buenos Aires, hice también una residencia y luego una maestría entre Córdoba y Milán.

Soy miembro entonces de la Federación Psicoanalítica de América Latina y de la Asociación Psicoanalítica Internacional -en cuyo Board soy representante por Latinoamérica- tanto como del grupo de investigación internacional Geografías del Psicoanálisis. He dirigido el Instituto de formación psicoanalítica de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba, institución a la que pertenezco y de la que soy analista con función didáctica.

Mi trabajo ha recibido algunas distinciones: el premio Universidad (Universidad Nacional de Córdoba, 1991); el premio M. Bergwerk (Congreso Argentino de Psicoanálisis, 2008); el premio Lucien Freud (Fundación Proyecto al Sur, 2008); el Elise Hayman Award for the study of the Holocaust and Genocide (International Psychoanalytical Association, 2011); el premio Ángel Garma (Asociación Española de Neuropsiquiatría, 2013); el premio FEPAL (Federación Psicoanalítica de América Latina, 2020). Pero más allá de títulos, antecedentes y distinciones quizás necesarios en un campo que suele presentar cierta confusión, la práctica del psicoanálisis -a diferencia de muchas terapéuticas médicas o psicológicas- se ejercita y se demuestra cada vez, como si fuera la primera vez.

Este modo de concebir mi oficio obliga a viajar entre lenguas y geografías, teorías e interlocuciones diversas, a alejarse de cualquier confort intelectual.