Intimidad
El testimonio, la peste y la poesía
De alguna manera, de muchas maneras, el psicoanálisis es una práctica del testimonio.
El analista, en una primera aproximación, es testigo del despliegue discursivo de cada paciente. Pero lo es de manera tal que su sola presencia, la oferta de su escucha desprejuiciada e inédita, propicia la producción del testimonio que escucha. Es decir, no solo registra sino que gracias al dispositivo, ese invento genial de Freud, provoca un decir. En circunstancias extremas, como cuando trabaja en los bordes del horror o ante la locura, el lugar de testigo se potencia. Cualquier paciente allí podría indicarnos, como aquel personaje beckettiano: don`t touch me, don`t speak to me, just stay by me. Eso hacemos a menudo.
Pero no solo en tanto analistas ocupamos el lugar de testigo, también como editores somos testigos del estado actual del movimiento psicoanalítico, al menos en su capítulo latinoamericano.
Sabemos que el psicoanálisis se alimenta menos de los titulares que de las notas al pie, más de los detalles que de las panorámicas. La nuestra es una práctica de la minucia y recogemos, como si fuéramos una suerte de cirujas del inconciente, el descarte de la ciencia, lo que la maquinaria capitalista expulsa como inservible. Y lo ponemos a producir con el combustible de nuestro deseo. Pero sin duda el psicoanálisis es una disciplina de lo menor. Quizás por eso Leopold Nosek, quien concibió la idea de que FEPAL debía tener una revista acorde a nuestro Zeitgeist, a medida de nuestros sueños y no de nuestras limitaciones, se haya fijado en una pequeña revista de provincia, de la cual yo mismo era el editor. Así comienza a gestarse -en lo que me toca- esta apuesta editorial que hoy llega a su décimo número.
Hemos sido en estos seis años protagonistas y a la vez testigos de un proceso editorial inédito en FEPAL donde, en paralelo a cuatro comisiones directivas distintas, ha ido consolidándose esta revista cuyo décimo número el lector tiene entre manos. Lo que antes era una revista bianual y de formato variable se ha convertido en una publicación semestral, trilingüe, representativa del psicoanálisis que se practica en Latinoamérica, abierta a los interrogantes de la cultura y las encrucijadas de lo social. Y ello de un modo original, contemporáneo y librepensador. Llegar a este punto no ha sido fácil, hay una historia no escrita de conspiraciones y miserias, quizás ineludibles para cualquier proyecto que pretenda ir algo más allá de lo habitual. Al mismo tiempo, en Latinoamérica la resistencia no es solo la freudiana y esta revista, que nació del consenso de que hacía falta renovar el panorama editorial psicoanalítico, ha cosechado apoyos cruciales, ha desempolvado el coraje y encendido el entusiasmo de muchos, ha logrado hacerse del futuro por el único camino posible: por prepotencia de trabajo, como decía Roberto Arlt.
En estos seis años, hemos publicado alrededor de cuatrocientos autores. Fundamentalmente psicoanalistas latinoamericanos, pero también ensayistas de prestigio internacional pertenecientes a diversas disciplinas, además de un seleccionado de los mejores artistas contemporáneos de la región, que generosamente han compartido sus obras con nuestros lectores.
Tanto en la selección de autores y artistas, como en la integración del equipo de unas cuarenta personas, ha primado un criterio federativo en el que tienen lugar tanto las sociedades pequeñas y nuevas como las más asentadas y pioneras de la región. Una región que intentamos ayudar a conocer a través de las crónicas de sus ciudades analíticas y de maestros locales a menudo ignorados fronteras afuera. La paridad también alcanza a las lenguas, y el portugués y el español conviven en Calibánen fértil mestizaje. El inglés, esta vez, está más al servicio de llevar las ideas de la región a ultramar que de la inexcusable tarea de leer lo que se produce puertas afuera de Latinoamérica.
¿Qué lugar le damos a Latinoamérica en el psicoanálisis? Esa pregunta, demasiado compleja para diseccionarla aquí, está en la trastienda de la política editorial de Calibán. Cada número de los diez editados hasta aquí explora a su manera esta cuestión. Quizás, pese a nuestros maestros y pioneros, pese a la pujanza de nuestro psicoanálisis de los márgenes, aún reste mucho por hacer para que nuestra producción sea justamente apreciada fronteras afuera.
Nuestro psicoanálisis, siempre en germen, cabalga como aquella criatura kafkiana entre tradición e invención. Quizás sea interesante pensar su inserción en el mundo a partir sea lo que ha sucedido con otra peste -no la freudiana-, la de la filoxera.
La filoxera fue una plaga que azotaba a la vid y estuvo a punto de acabar con todos los viñedos de Europa en el siglo XIX. La devastación producida por este parásito proveniente de América solo pudo ser frenada cuando se descubrió que las vides implantadas en pies americanos eran inmunes. Entonces Europa decidió importar esos pies e injertar sus propias vides en ellos, y por esa razon sigue existiendo el vino. América aparece así como la verdadera portadora de la peste, pero también como su antídoto. Quizás Latinoamérica, en relación al psicoanálisis, sea ese lugar donde se encuentra el veneno pero también la salvación.
Porque nuestra posición en los márgenes del mundo de algún modo nos preserva, para bien o para mal, a veces convirtiéndonos en una reserva de futuro -de agua o alimentos, de libre convivencia entre razas- aunque también a veces nos destine a la parodia. Se cuenta que Meltzer, que de tan estricta observancia a las reglas del settingllegó a recomendar a los analistas usar siempre el mismo vestuario, llegó una vez a Latinoamérica cuando hacía tiempo había cambiado ya de posición y encontró discípulos que lo seguían aún en desvaríos obsesivos que hacía tiempo había abandonado.
Pero también aquí es el lugar a donde llegaron hace cuatro siglos las décimas, una forma de poesía en diez versos nacida en España. Como forma poética, en España no existe más; sin embargo en Latinoamérica, de México a Chile, permanece en la tradición popular, con veinte nombres distintos: jarocho en México, canto de mejorana en Panamá, galerón en Venezuela, payada en Argentina o Uruguay, repentismo en Cuba, décima peruana en Perú… Latinoamérica pareciera por momentos una reserva natural de especies en extinción, recursos frescos capaces de salvar al vino o a la poesía, ojalá también de renovar al psicoanálisis y sus instituciones.
Quizás “lo latinoamericano” en psicoanálisis sea un germen, una levadura capaz de fertilizar tierras que en otras regiones aparecen más secas. Quizás debamos recuperar un secreto orgullo por lo menor, por un psicoanálisis practicado en lengua menor. Quizás debamos reencontrarnos con ese deseo de ser indiodel que hablaba Kafka, ese escritor que -como Freud mismo- renovó la lengua alemana reescribiéndola desde los márgenes.
El título de este número es Intimidad, tema del 50avo congreso de API de Buenos Aires y que declinamos con estilos y enfoques diversos, refractado en nuestras diferentes secciones.
En Argumentosexploramos algunas de las facetas de la intimidad, hoy estallada como las flores fotografiadas que nos muestra Julieta Escardó; otra forma de la intimidad, la de los diarios, nos trae en El ExtranjeroRaquel Garzón.
En Vórtice, nuestra sección coral, discutimos acerca de un tema tan central como controversial, el del final de análisis.
El dossierde este número está dedicado a la hospitalidad, esa costumbre con que se aloja al extranjero para dejarse abordar por sus preguntas. De uno de sus textos, escrito por la ensayista Graciela Speranza, emergen las figuras microscópicas de Liliana Porter, huéspedes traviesos que colonizan los interiores de la revista.
El fotógrafo guatemalteco Luis González Palma -cuyo trabajo es una exploración original en torno a la mirada- es nuestro entrevistado en Textual.
En De Memoria, recordamos a Horacio Etchegoyen, primer presidente latinoamericano de la API, con un texto escrito por la segunda presidente latinoamericana de la API, Virginia Ungar, y otro de René Major.
En Clásica & Modernarescatamos la figura de Heinrich Racker mientras en Extramuros publicamos el premio de Comunidad y Cultura de FEPAL y un texto que rescata el carácter de refugio del análisis, ese espacio que ofrece una verdadera intimidad en tiempos en que ésta pareciera perdida.
En Ciudades Invisiblesaparece una crónica sobre otra ciudad analítica, a la que se llama la Docta y que alberga lo que quizás haya sido un primer experimento editorial, el boceto de la actual Calibán.
En una carrera de postas, se llama también testigo a la vara de metal que se pasa de un corredor que termina su recorrido a su compañero que lo inicia. El traspaso se hace mientras ambos corren: quien toma el relevo comienza a correr y estira hacia atrás su mano sin mirar, sobre la que el corredor que irá frenando depositará el testigo. Sólo si están lo suficientemente cerca y coordinados, solo si confían el uno en el otro, el testigo no se caerá. Si correr -como analizar- es una disciplina solitaria, hacerlo en postas incluye a la vez la singularidad y el formar parte de un engranaje colectivo. El equipo editor de Calibán, a partir de este número, renueva por primera vez un ciclo completo y el testigo sigue circulando de mano en mano. Lejos de cualquier tentación sabática, inmune a los escollos que ha de remontar, sigue trabajando. Si puede pasarse la posta a los que siguen, significa que hay una maquinaria grupal funcionando. Y eso es siempre una maravilla.
Mariano Horenstein