Cien años de sexualidad
Humores del psicoanálisis
Somos marginales y nos ocupamos de otros marginales. Si ya no fuera así, si el psicoanálisis un día cesa de estar al margen de las normas aceptadas, pues bien, no seguirá cumpliendo su función. Joyce Mc Dougall
No estaría mal considerar al psicoanálisis como la ciencia de los humores. Menos en el sentido de disciplina que estudia los estados afectivos que en el de la que se encarga de los líquidos, de las secreciones del cuerpo, ésas que remiten al corazón de la sexualidad. Y la sexualidad sí, atravesando teorías divergentes y cambios culturales, crisis económicas y precisiones conceptuales, continúa estando en el núcleo del saber analítico. Y el psicoanálisis se pretende ante todo como un saber –no instrumental, claro- acerca de la sexualidad.
Y en tanto se ocupa del mundo de las secreciones, se ocupa también de lo segregado del saber oficial de todas las épocas (antes los neuróticos, ahora el malestar y el vacío que las ideologías del progresono logran evacuar); así, desde esa perspectiva, el psicoanálisis ha hallado terreno fértil para su reflexión tanto en los actos fallidos como en los síntomas histéricos, en el sueño como en el humor.
Apenas se inauguraba el siglo pasado cuando veían la luz dos trabajos de Freud: El chiste y su relación con lo inconcientey Tres ensayos de teoría sexual. Estos dos libros, de cuya primera edición en alemán se cumple este año el centenario, fueron escritos en forma simultánea, según relata E. Jones. Dependiendo del talante de Freud en cada momento, escribía en uno u otro de los manuscritos. Tanto por la contemporaneidad de su escritura como por su vecindad temática podemos considerarlos parte de un mismo texto, si bien corrieron suertes distintas. Los Tres ensayos…constituyen uno de los basamentos del edificio teórico freudiano, y da cuenta en la profusión de sus notas y agregados posteriores del devenir de una teoría viva, en permanente construcción y revisión. En la obra del mismo Freud, al igual que en la de sus continuadores más conspicuos, constituyen una referencia insoslayable. El chiste…por lo general corrió un destino diverso, donde quizás no tenga poco lugar la dificultad en apreciar, más que los mecanismos típicos de las formaciones del inconciente, la singularidad de los ejemplos. La íntima relación que une al chiste con el lenguaje y por ende la cultura hace difícil percibir el efecto cómico de chistes recopilados mayormente del acervo judío o alemán.
Este solo elemento justifica una puesta al día de las concepciones acerca del humor, singularidades vernáculas incluidas, que efectuamos en el dossierde este número.
Eldossierincluye por un lado un trabajo escrito por un psicoanalista, sobre y desde el humor, lejos de las veleidades del psicoanálisis aplicado e intentando articular discursos extranjeros, y quizás por eso tanto más iluminadores. Su propósito se acentúa más aún en las colaboraciones del GIH (Grupo de investigación sobre humor) equipo severamente contaminado, desde la nominación que se han dado hasta los códigos con los que escriben y debaten, por su objeto de estudio. Desde la Universidad Nacional de Córdoba vienen trabajando interdisciplinariamente (suponemos que también indisciplinadamente), coordinados por Anabella Flores, y nos acercan una panoplia de artículos para reflexionar acerca de las formas de lo humorístico y el lugar que le cabe en la teoría (y por qué no en la clínica): los trabajos dibujan un arco que va desde la vertiente política e innovadora del humor contemporáneo, ilustrado con ejemplos desopilantes, hasta la semblanza de Macedonio Fernández como precursor de algunas tendencias humorísticas actuales, tan afín –más allá de su disputa con Freud- en su “todoposibilidad” y “libreposibilidad” a las volutas de nuestro inconciente, siempre tan presente en cualquier discurso acerca del humor, pasando por artículos enciclopédicos acerca de la parodia o de la ironía, un trabajo sobre la infancia y el humor, guías terminológicas y de lectura, comentarios bibliográficos, etc.. Leer estos artículos constituye un inusitado motivo de disfrute y una fuente inagotable de sugerencias para el analista.
Y,last but not least, halla lugar en nuestro dossier, más allá de la glosa, el comentario o la interpretación, el discurso “en bruto” de los humoristas: las deliciosas crónicas gráficas de Rep, el Clemente de Caloi en su frustrada experiencia psicoanalítica o las ácidas ilustraciones a que nos tiene acostumbrado Fontanarrosa, junto a las reflexiones de Crist o las extravagantes andanzas de los analistas contemporáneos y por venir que desnuda Rudy en una hermosa parodia, nos divierten y exudan, desde los márgenes de los discursos científicos o psicoanalíticos, unos cuantos gramos de verdad.
En fin, el dossierde este número está construido desde diversos ángulos, con diversas miradas, inteligentes aproximaciones todas –ya sean hechas desde detrás del diván, desde la lucidez que se permiten quienes suelen recostarse en él o desde la calle, ese observatorio cultural de una práctica tan arraigada entre nosotros como la del psicoanálisis.
El humor, la caricatura política, el arte de la parodia siguen siendo, ahora como en la Viena de un siglo atrás, prácticas subversivas, que denuncian las imposturas varias en las que siempre el yose cree rey. Con el aplomo de un siglo de existencia, nos permitimos en este número aplicar a nosotros mismos, a nuestra praxis analítica, las armas desmitificadoras del humor.
Los artículos recopilados en las diferentes Texturas, siempre algo arbitrarias en el establecimiento de las filiaciones teóricas recogen trabajos de analistas que aproximan su lente a la sexualidad desde ángulos diversos, en un mosaico que lejos de agotar el tema, señala tras su diversidad la inevitable insuficiencia implicada en cualquier abordaje desde lo simbólico a la sexualidad. Incluimos también la transcripción de la conferencia que Silvia Bleichmar pronunciara con motivo de la presentación del número anterior de Docta.
EnPalabras Cruzadastranscribimos una entrevista que realizamos en París a Joyce Mc Dougall, , que desgrana sabrosas anécdotas de una autora que se ha internado especialmente en los pantanos de la sexualidad. Complementa el reportaje una nota que describe críticamente su itinerario teórico y vital.
La psicoanalista neozelandesa, rara avisque abreva en buena medida en la tradición inglesa mientras vive en tierra colonizada por Lacan, que sortea las acusaciones de eclecticismo desde una posición iconoclasta, refractaria a las devociones a cualquier líder de escuela y militante contra lo que llama el terrorismo teóriconos acicatea desde el epígrafe que elegimos para este editorial. Que por otra parte nos parece de rigurosa actualidad hoy cuando arrecian las críticas y los oscuros vaticinios: no parece haber pasado tiempo desde la comentada portada de la revista Time de noviembre de 1993 que rezaba Is Freud dead?y la reciente (agosto de 2005) de la revista Noticias con un provocativo El fin del psicoanálisis.El psicoanálisis sigue mostrándose urticante, irritando por igual a neopositivistas y neurocientíficos, a historiadores supuestamente “objetivos” (como Mikkel Borch-Jacobsen que auguraba su desaparición desde la primera plana de La Nación del 14 setiembre de 2005), a la industria farmacológica o a financiadores preocupados por sus costos. Tres portadas que –más allá de las respuestas que merecen de parte de los psicoanalistas- parecen confirmar al psicoanálisis en la senda que sugería nuestra entrevistada desde su Alegato por una cierta anormalidad. ¿Cabe mejor nombre que éste para definir nuestra disciplina en estos tiempos de aplanamiento globalizado de las diferencias?
Los ejercicios de memoria de la sección Con memoria y con deseotienen en este número dos ejes, rioplatense uno, cordobés el otro. R. H. Etchegoyen y S. Zysman historian meticulosamente la recepción de la obra de Klein en el Río de la Plata (donde a las revistas de psicoanálisis les ha cabido un papel nada desdeñable). Sabemos que en psicoanálisis existe una íntima coherencia entre la revisión y el asentamiento de su historia, que pivotea incesantemente sobre las mismas fundaciones que el trabajo clínico cotidiano que sustenta y reinventa –más que aplicar- la teoría incesantemente. Los autores reseñan la extraordinaria penetración del psicoanálisis en la vida cotidiana y la prensa desde fines de los años cuarenta hasta el inicio de la crisis de la que ya se ha hecho un lugar común hablar. Como todo trabajo que se sumerge en la historia, más aún si lo hace desde la experiencia y la calidad intelectual de quienes lo escriben, no puede escudarse en pretendidas “objetividades”, y lo leemos en realidad como una toma de partido, subjetiva claro y discutible, la que hace por ejemplo cuando advierte acerca de un supuesto “progresivo relevo de la clínicakleiniana por la teoría lacaniana”… Estas observaciones del psicoanálisis porteño se balancean con un trabajo donde Juan Argañaraz rescata la docta figura de Deodoro Roca, líder de la Reforma Universitaria del 18, quien había efectuado lecturas de Freud a la manera de los librepensadores, es decir mucho antes de cualquier recepción institucionalizada de su pensamiento. Complementa la sección un documento del mismo Deodoro: Dicotomía y sacerdocio.
El siempre lúcido Marcelo Viñar, desde Uruguay, indaga en un texto que se nutre de interesantes aperturas teóricas de otras disciplinas, cómo afectan los cambios epocales al descubrimiento freudiano. Desde Contextos, formula fértiles líneas de investigación en ese sentido. En Lecturasse reseña, complementando la entrevista a Joyce Mc Dougall, uno de sus textos capitales. También nos hacemos eco de la aparición en español, hecho editorial de magnitud en la que una editorial psicoanalítica de Córdoba tiene no poco que ver, de la biografía de quien fuera la joven homosexual del historial freudiano de 1920.
Desde el título de este número de Doctahemos parafraseado por supuesto al de la clásica novela de García Márquez: Cien años de sexualidad. Quizás habría que haber agregado: Cien años de sexualidad freudiana. Pues es indudable que la sexualidad desde Freud se ha hecho freudiana, tanto como los laberintos de la burocracia desde Kafka se han hecho kafkianoso ciertos personajes bizarros se han convertido para siempre en fellinescos. Freud califica a la sexualidad que jamás podrá volver a ser la de las mistificaciones anteriores a la invención del psicoanálisis. Hoy nadie pondría el grito en el cielo ante las manifestaciones, evidentes desde siempre, de la sexualidad infantil, cualquier conversación de café puede caer en el no te reprimasy a nadie escapa que un acto fallido no es tan sólo una equivocación. Esto no garantiza, por supuesto, que la práctica clínica analítica como tal sobreviva eternamente, como auguran -¿desean?- las publicaciones a las que aludíamos o los intereses que las fogonean. Aunque es pensable que lo que hagamos los analistas no tendrá escasa influencia en lo que suceda.
Han pasado cien años desde que Freud publicara sus textos canónicos sobre la sexualidad y el humor. En estos primeroscien años de psicoanálisis muchas cosas han cambiado: el discurso sobre la sexualidad que nuestra disciplina contribuyera en no poca medida a introducir también se ha banalizado, ha teñido todos los contextos, todos los soportes comunicativos; se administra como una técnica más. No podemos dejar de pensar, como en esos sueños donde Freud señalara que la multiplicación de falos no hacía más que enmascarar la castración, en que tal proliferación de contenidos o terminologías o imaginerías sexuales siguen estando aún al servicio de obliterar la angustia. Esa angustia que el psicoanálisis pone de relieve como ninguna otra disciplina y que los flujos y reflujos de su desarrollo muestran y velan pendularmente.
Abrevando tanto en la sexualidad como en el humor, pensamos que el psicoanálisis –pese a las deformaciones, vicios y anquilosamientos que indudablemente existen-, amén de ser la disciplina que más ha podido dar cuenta del malestar, del desacomodamiento estructural inherente a lo humano, sigue siendo capaz de corroer como ninguna los fundamentos discursivos del poder, cualquiera sean las figuras en que éste se encarne, ya se llame mercado, ciencia cognitiva o estado. Pretendemos, esperamos, con cada número de Docta contribuir a ese trabajo.
Mariano Horenstein