Psicoanálisis en plural
Docta, el librepensador y el psicoanálisis en plural
Atrapados. En las democracias actuales, cada vez son más los ciudadanos que se sienten atrapados, empapados en una especie de doctrina viscosa que, insensiblemente, envuelve cualquier razonamiento rebelde, lo inhibe, lo perturba, lo paraliza y acaba por ahogarlo. Esta doctrina es el pensamiento único, el único autorizado por una invisible y omnipresente policía de la opinión.
I. Ramonet.
El librepensador es un sujeto que sustenta ante todo el pensamiento crítico, guiado por una verdadera declaración de principios: el pensamiento no delinque (E. Taro Hecglen). Dados a imaginar al lector destinatario de este número, lo vislumbramos como un librepensador. Deseamos colaborar en la formación de librepensado- res dentro del psicoanálisis.
Docta es el nombre que hemos elegido para la revista de la APC, que extiende así el espacio plural que existe en su seno y en el de la formación que imparte. Docta por Córdoba. Docta por ser de doctrina buena parte de su contenido. Docta, pero en el sentido de la “docta ignorancia” de Nicolás de Cusa, donde el saber se cuestiona a sí mismo y se posterga en la escucha desprejuiciada.
Si hay una práctica eminentemente singular -lo sabemos- es la del psicoanálisis. Tanto por el infrecuente encuentro que éste implica, entre alguien que habla ante alguien que escucha, como por el particular empeño que nuestra disciplina pone en rescatar la particularidad de cada sujeto en medio de la vorágine cotidiana que tiende a normalizar, a generalizar. Para un psicoanalista, cada caso, cada intervención, cada momento de cada cura son únicos, y es esta originalidad la que dificulta las formulaciones generalesen psicoanálisis. Aho- ra bien, si el apelativo general -como opuesto al de particular- no es propicio a nuestra praxis, no sucede lo mismo con otra de las contrapartidas de la pala- bra singular. Psicoanálisis se escribe igual en singular y en plural, pero elegimos -y apostamos aquí nuestro deseo- conjugarlo en plural.
Pluralidad en psicoanálisis no significa eclecticismo en psicoanálisis, donde se apela a la indefinición como resguardo frente a las diferencias, donde la mo- dorra intelectual se disfraza de amplitud de criterio. Pluralidad no significa ecu- menismo, pues no apuntamos a ninguna ilusoria unificación ni mucho menos consideramos como religiosa nuestra causa. Pluralidad en psicoanálisis implica reconocer la existencia del otro, implica hacer palanca en la diferencia inexpug- nable para obligarnos a dar cuenta de nuestra práctica y pedir cuentas a la del otro. Implica reconocer que, epistemológicamente, estamos lejos -y quizás no sea tan indeseable esa distancia- del grado de avances y unificación doctrinaria que han alcanzado otras disciplinas, y que coexisten diferentes maneras de aprehender y pilotear la clínica psicoanalítica, diferentes formas de concebir la agrupación y la formación de los analistas, diferentes estilos de ser analista dentro de cada grupo.
Pluralidad en psicoanálisis no significa renunciar a tomar posiciones teórico- clínicas y a ser consecuentes con las mismas. Pero sí implica asumir la posibili- dad de un encuentro con otros, aun sabiendo que éste cabalgará sobre un fun- damental desencuentro.
Los artículos doctrinarios que se encolumnan -siempre hay alguna arbitra- riedad en la búsqueda de un orden interno- bajo las rúbricas de Freud, Lacan o Klein y los post-kleinianos han sido denominados texturas, textos hilados con hebras de diferente origen teórico, para que cada lector ingrese por la puerta que quiera al espacio de lectura de Docta.
Del lado de Freud, reeditamos en este número una ponencia de Ricardo Avenburg acerca de las transformaciones en las teorías analíticas. Publicamos además, como un adelanto que se hace en exclusiva a través de nuestras pági- nas, la introducción del próximo libro de José Luis Valls sobre psicoanálisis y modernidad. En el preámbulo devenido artículo aquí, Valls reflexiona sobre el joven Freud y su “Proyecto”, arrojando un guante que pensamos dará lugar a respuestas entusiastas por parte de quienes estén dispuestos a recogerlo.
Desde la tradición de la escuela inglesa de psicoanálisis, Clara Nemas nos acerca, en un trabajo inédito, sus ideas acerca del coraje que ha de asistir a los participantes de la aventura analítica para que ésta sea digna de tal nombre. Elizabeth Tabak de Bianchedi, junto a Elizabeth Chapuy et al., trabajan, tam- bién de manera inédita, sobre “O”, concepto de raigambre bioniana, a través de la clínica y la literatura. Allí aventuramos una invitación a profundizar los caminos paralelos o cruces de teorías, entre “O”, el ombligo del sueño freudia- no, aquí aludido, y lo Real lacaniano, maneras diferentes y coherentes dentro de sistemas de pensamiento específicos, de aludir a algo que puede encontrar al menos algún punto de contacto. Publicamos también por primera vez en es- pañol un trabajo de Riccardo Romano, analista italiano que ha tomado de su práctica en tierras de la Mafia, en Sicilia, los elementos para formular un nue- vo supuesto básico, el de omertà, para comprender nuevos aspectos de la vida mental de los grupos humanos. Finalmente, decidimos reeditar un clásico tra- bajo de Ricardo Bernardi, “El poder de las teorías”, que excede el marco de es- ta sección al proponerse investigar el papel de los determinantes paradigmáti- cos de las diferentes teorías en la aprehensión analítica.
Hay una serie de trabajos construidos bajo la orientación del pensamiento de Lacan, todos inéditos. Desde Córdoba, Emilio Roca nos habla tanto de la ne- cesidad como de los riesgos del pluralismo en psicoanálisis; Mario López Vinue- sa, Abraham Reznichenco y Alfredo Finola discuten -desde una institución y una publicación pertenecientes a la IPA- sobre los límites y preconceptos exis- tentes acerca de las prácticas lacanianas en la misma IPA, en un verdadero ejer- cicio de librepensamiento. Desde Buenos Aires, Oscar Paulucci invita a sostener la apuesta analítica a partir de darle lugar al deseo, de cuyo sujeto nos habla Leonardo Peskin en otro trabajo. Por su parte, Daniel Rodríguez presenta un fresco artículo acerca de la interpretación en psicoanálisis, instrumento desti- nado a “producir olas” más que a inducir comprensión en el analizante. Segu- ramente estos trabajos funcionarán también en ese sentido, cuestionando las maneras tradicionales de pensar la clínica y la teoría analíticas, revisitando las verdades supuestamente atemporales para revelar su prosaica historicidad.
Presentamos también un dossier: Literatura y psicoanálisis, y en ese or den. Más que el intento de aplicar el psicoanálisis a la literatura, quisimos aprender de ésta, siguiendo la tradición de pensadores que, como Freud, Lacan y Winnicott, reconocieron la ventaja con que siempre corren los escritores fren- te a los analistas, a la hora de descubrir los meandros del alma humana. De es- to tratan -entre otras cosas- una formidable conferencia de Ricardo Piglia cuyo texto publicamos, “Los sujetos trágicos”, artículos como el de Marcos Aguinis sobre las influencias literarias en Freud, y otros de destacados escritores y ana- listas (Hugo Achugar, Susana Romano-Sued, Miriam di Gerónimo, Jorge Casti- llo, Gloria Gitaroff) que pasan revista a Borges y a Cortázar, a Joyce y a Duras -entre otros escritores-, en ese difícil nudo que conforman en su intersección el psicoanálisis y la literatura. La literatura funciona también como un espejo fres- co donde mirarnos cuando la repetición de consignas y contraseñas de perte- nencia muchas veces nos adormece. No nos despegamos aquí ni un ápice de la artesanía clínica, sino que retomamos el espíritu freudiano y humanista, que muchas veces la “profesionalización” del psicoanálisis nos hace perder de vista.
Contradecimos a Bion para, desde la sección Con memoria y con deseo, acercar nuestro aporte para escribir la historia del psicoanálisis en nuestro me- dio, de manera subjetiva y acaso arbitraria, tal como se construye la historia de forma retroactiva en un análisis. No son historiadores los autores, sino analis- tas que, desde la memoria y el deseo, nos acercan sus apuntes personales. Ree- ditamos una versión actualizada del trabajo de Enrique Torres titulado “Psicoanálisis de provincia”, donde analiza los antecedentes doctos y clericales del psi- coanálisis en Córdoba. Publicamos también la primera parte de un trabajo de José Rapela, acerca de la construcción de las instituciones analíticas en Córdo- ba. Nombres conocidos por muchos pueblan las páginas de esta sección, invi- tan a reconocernos, y abren el juego a aportes de lectores devenidos quizás en futuros cronistas.
En una jugosa encrucijada de discursos, la sección Palabras cruzadas orde- na las opiniones, densas, estimulantes, fundadas, que acerca del eje de este nú- mero, la pluralidad, esbozan autores de la talla de Jean Allouch, Silvia Bleich- mar y Elizabeth Tabak. Las largas y meditadas respuestas que nos enviaran a un mismo cuestionario serán con seguridad, más allá de la adhesión o el disenso que generen en los lectores, un poderoso acicate para el trabajo reflexivo sobre nuestra práctica.
En la sección denominada Contextos, abrimos un espacio a la reflexión de los analistas sobre las circunstancias sociales donde se desenvuelve nuestra práctica, deber insoslayable, al menos en los tiempos y en el lugar del mundo en que nos ha tocado vivir. El grupo Syg- ma trabaja, atravesando fronteras geográficas, sobre el tango Cambalachey la ley de la “omertà” en relación a la Argentina. Por su parte, un grupo de analistas conformado por Beatriz Gallo, Noemí Chena, Liliana Tavip, Niris Peralta y Griselda Gianello, estudia la crisis desatada en nuestro país a la luz de conceptos de Freud y Bion. Luego, Alberto Cabral tra- baja sobre la guerra, el pacifismo y el fundamentalismo.
Finalmente, Lecturas, una sección que reseña publicaciones psicoanalíticas preservando la debida subjetividad en el comentario, que en esta oportunidad recae sobre textos de Sil- via Bleichmar, Antonino Ferro y Colette Soler et al.
El número de Docta que el eventual lector tiene entre manos no es homogéneo, está te- jido en telares diferentes, con hilos de diferente espesor y textura, y en esta urdimbre re- vela a la vez su virtud y defecto. Invitamos al lector, a quien imaginamos -lo decíamos- un librepensador, a sumarse a la travesía editorial que hoy emprendemos.
Mariano Horenstein