Entrevista en Revista de Sociedade Brasileira de Psicanálise de Porto Alegre

  1. Gostaríamos de saber um pouco de sua trajetória profissional, de como chegou a psicanalista didata da Sociedade Psicanalítica de Córdoba?

Cómo muchas otras cosas en psicoanálisis, la pregunta puede ser pensada desde el nachträglichkeifreudiano: no hay mirada sobre la historia que no esté condicionada desde el momento en que se la lee. Con esa salvedad, puedo contarles algo de mi recorrido. 

Nací en Mendoza, una ciudad de montaña, y me fui a estudiar a Córdoba. En mi medio familiar había psicoanalistas muy cercanos e incluso tenía –tengo aún- las obras completas de Freud en papel biblia que mi padre tenía en casa, junto a otros libros de T. Reik, de Jung, etc.

Si bien había curioseado (como si se tratara de un manual de erotismo) los libros de Freud durante mi adolescencia y pensado en dedicarme al psicoanálisis, dejé de lado esa idea y empecé a estudiar Derecho. En ese entonces me acerqué al psicoanálisis desde un lugar que encuentro como el más legítimo de todos: desde el diván. Y por las razones que encuentro como las más interesantes también: por razones clínicas, como cualquier neurótico. Sin ninguna pretensión formativa. Al menos no inicialmente.

A partir de ese análisis, abandoné mi carrera y decidí convertirme en psicoanalista. Hice la carrera de Psicología en la Universidad Nacional de Córdoba, que acaba de cumplir 400 años, casi la más antigua del continente y cuna de la Reforma Universitaria del ´18, lo cual le ha dado a la ciudad –quizás a quienes transitamos por ella también- cierto espíritu crítico que me gusta preservar.

Luego hice una residencia e inicié allí mismo mi formación analítica, a una edad en que no era –lamentablemente- muy habitual hacerla. Hoy en día, pienso que por distintas razones, atendibles quizás, la gente entra a nuestros institutos a una edad donde ya hay muchas elecciones ya hechas, un cierto recorrido también, y la formación analítica muchas veces aparece como un espacio de legitimación institucional del saber más que verdadera apertura a lo nuevo. Pese a que me fue muy difícil formarme siendo muy joven (apenas había abierto mi consultorio y mis compañeros tenían en general 10-15 años más que yo y mucha experiencia clínica), creo que fue muy importante. Estudiar intensamente distintos corpus teóricos, y la inmersión en el trabajo clínico y personal que exige la formación analítica en las instituciones de IPA, además de tener que trabajar mucho desde el inicio, fue duro pero central para mí.

Hice mi recorrido institucional y también me convertí en psicoanalista didacta a través ya no de un diván donde me recostaba sino donde se recostaban otros: gente que se analizaba conmigo quería formarse en nuestra institución y me pareció que, en la medida de mis posibilidades, no tenía que estorbar ese deseo. Entonces hice lo que debía hacer para ser didacta.

  • O senhor foi editor da Docta, revista da sua sociedade. Como é ser editor, hoje, da nova revista Calibán, publicação que reúne os pensamentos psicanalíticos da América Latina?

Docta, la publicación de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba que hoy cumple diez años, fue una experiencia muy importante para mí. Ahí nos sirvió, paradójicamente, la experiencia de no tener demasiada experiencia ni demasiada tradición. Nos sirvió para inventar, pues Docta es una revista atípica dentro del panorama de las publicaciones psicoanalíticas: nació como un medio para que publiquen sus ideas mis colegas de la sociedad, y también para publicar las ideas de los grandes autores del psicoanálisis contemporáneo, sin importar su filiación institucional. La fundamos también recuperando esa apertura, esa permeabilidad a la cultura que estuvo presente en el trabajo de los pioneros y luego quizás se diluyera un poco cuando el psicoanálisis devino una profesión más. Hoy en día, cada número de Docta se presenta en Córdoba –en museos, en centros culturales, auditorios de universidades o antiguas estaciones de trenes- y ese evento se convierte, además de una ocasión para reunirnos entre colegas, un encuentro con la comunidad en y con la que trabajamos. Docta puedo pensarse, imaginarse con mucha frescura desde el inicio gracias a la coyuntura política (hubo quienes nos dieron un voto de confianza para hacerlo) y a cierta irreverencia de quienes la fundamos, inventándola más a partir de nuestros deseos que de cánones a seguir. Eso creo que el lector, cuando tiene un número entre sus manos, lo percibe de algún modo.

Calibán es joven en un sentido, pues es una nueva versión de la Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, que se viene editando –si bien no regularmente- desde hace veinte años. Recoge también la experiencia acumulada de más de treinta revistas societarias de nuestra Federación. A diferencia de Docta, donde publicábamos una revista que pertenecía a una sociedad pequeña y por lo tanto necesitaba una apertura hacia el afuera, la creación de un público de lectores, para sobrevivir, Calibán es la revista oficial de una federación que cuenta, entre miembros y candidatos, con 4500 profesionales. Esto le da una complejidad –y a los editores una responsabilidad- muy importante.

Hemos querido, al proponer una revista que sin lugar a dudas es singular y no se acomoda bien a los formatos tradicionales, una publicación pensada desde el lector más que desde los compromisos institucionales –que por supuesto los hay- y la necesidad de los autores por publicar –que es muy importante en nuestra disciplina. Si bien tratamos de atender todos esos factores, preparamos cada número pensando en un lector inteligente, que con su experiencia de lectura participe activamente con ese trabajo aún en construcción que es editar Calibán. Además, Calibán es una también una publicación atenta al Zeitgeistcontemporáneo, que piensa no tanto en el pasado sino en el futuro de nuestras instituciones y nuestra práctica.

En Calibán buscamos en primer lugar conocernos entre nosotros los analistas latinoamericanos: cuesta trabajo creer cómo se ignoran –salvo contadas excepciones, quizás la prestigiosa Escuela Argentina- a los autores de un país en los otros de la región. Sabemos más de lo último que se publicó en París que de lo que se está discutiendo en un país vecino. No conocemos incluso el modo en que se practica el psicoanálisis en cada ciudad de la región. No es lo mismo el psicoanálisis en una megalópolis como Sao Paulo que en una ciudad como Porto Alegre, no es lo mismo la tradición analítica de Buenos Aires que el psicoanálisis que crece en La Paz. Hay un psicoanálisis ligado al puerto, otro a la montaña o a la selva. Eso nos da una riqueza, un potencial, que Calibán pretende aprovechar. La idea también es apoderarnos –a través de la metáfora antropofágica tan cara a Brasil- de lo producido también en las metrópolis, pero no para mimetizarnos ni repetir sino para darles nuestra propia marca de lectura. Y si se puede, exportar hacia las metrópolis ese conocimiento nuevo, canibalizado y acuñado en nuestra región, con nuestras propias marcas.

Hay publicaciones que no están en condiciones, por sus procedimientos y por el espíritu que las anima, de dar lugar a lo nuevo que se produce a partir de la clínica de cada uno de nosotros, de esa extraña práctica donde unos cuantos miles de personas se pasan el día escuchando el padecer de otros, haciendo teoría con ello, mientras mitigan de algún modo el sufrimiento y restauran algo de la experiencia humana siempre amenazada. En Calibán pretendemos poder “pescar” lo nuevo que pueda surgir en nuestra región. Ésa es una tarea que sólo puede hacerse entre muchos, y la revista cuenta, además de sus editores, con unstaffde distintos países, y con un grupo de editores regionales que va a ser fundamental para su progresiva inserción en cada una de las sociedades. La idea es que dialogue con las revistas societarias y a la vez le sirva a cada sociedad para insertarse más en la región, para hacer conocer sus producciones y dialogar con otras instituciones. Además, Calibán es una oportunidad, como sucedió en Rio de Janeiro días atrás, de gestar verdaderos eventos culturales en la ciudad. Allí una de las sociedades locales organizó un evento en un museo muy hermoso, el MAR, iniciando así –a través de la presentación de la revista latinoamericana- una parceriaque será seguramente provechosa para todos.

Otro punto importante de Calibán es que, siendo editada en dos versiones, en español y en portugués, pienso que salda una deuda histórica con Brasil. Aquí hay una imaginación, una creatividad y una potencia psicoanalítica de la cual los países hispanoparlantes, aún aquellos que, como el mío, tienen una sólida tradición psicoanalítica, tenemos mucho por aprender. Y de algún modo, son ustedes quienes se han acostumbrado –por diferentes motivos- a leer en español. Eso quizás sea una fortaleza, pero también me parece hora de que cada lengua tenga su espacio, que podamos recrear esa hermosa metáfora de Umberto Eco, quien decía que el ideal de una Europa políglota (en nuestro caso Latinoamérica) no era que todos hablaran la lengua del otro, sino que cada uno pudiera hablar la propia, y ser entendido. Sólo así, pensaba, se pueden transmitir los matices del pensamiento, la herencia cultural que va ligada a la lengua materna. Eso creo que es Calibán, la posibilidad de una publicación que no sólo respete esa especificidad sino que crezca a partir de ella.

  • Como o senhor vê a contribuição da psicanálise latino-americana para o desenvolvimento da psicanálise internacional?

Quizás como marca de esa tradición irreverente de Córdoba –además de la Reforma que cuestionó, por primera vez en América, las cátedras universitarias manejadas como feudos y sostuvo el pensamiento libre, Córdoba fue conocida por una revuelta social: el llamado “Cordobazo”- yo no adhiero a una posición que –tras las formas siempre corteses y respetuosas, ponen a Latinoamérica en un lugar subalterno frente a las metrópolis, frente al conocimiento psicoanalítico que puede producirse en Londres, París o New York. Ésa es una posición de muchos colegas del llamado “Primer Mundo”, pero también es la de muchos de nuestros coterráneos. 

Sin dejar de tomar –pues hay que apropiarse, antropofágicamente, de todo cuanto se pueda- lo producido por maestros maravillosos de Italia, de Francia, de donde fuera, hay algo que creo que hay que buscar más cerca. Quiero creer que hay minas por descubrir en nuestra región, yacimientos inexplorados para los que Calibán pretende ser, con el tiempo, una suerte de mapa, de carta de viaje.

Creo que hay algo del psicoanálisis que es incómodo e incomodante, que no se ajusta a ningún confort, ni siquiera al confort intelectual. Y allí donde reina la satisfacción no se produce gran cosa. En nuestros países alejados de todo, contradictorios, violentos, ingenuos, puede haber condiciones para reinventar el psicoanálisis. Condiciones que quizás no se alejen demasiado de la del Imperio Austrohúngaro y sus arrabales, en tiempos de descomposición, en que el psicoanálisis fue alumbrado. De hecho, no es casual que nuestras sociedades, al menos muchas de ellas, tengan más candidatos, y más jóvenes, que muchas de EEUU o Europa.

O sea, lejos de pensarnos como un mercado de consumo para la teoría gestada en Europa; lejos de sentir que nunca estamos a la altura de las prácticas “comme il faut”, de los mejores estándares, etc., hay algo vivo aquí, que no se ha anquilosado, que se las ha ingeniado para sobrevivir sin seguros de salud y sin Estado de bienestar. Y ese “algo” que aquí cultivamos, podría quizás –si logramos hacernos escuchar- afectar, en el mejor sentido, al psicoanálisis de las metrópolis, profundamente en crisis hoy en día.

  • Qual sua idéia sobre o que chamamos, hoje, Psicanálise Contemporânea?

Está muy bien, me parece, preguntarse al respecto. Pues desde un punto de vista que privilegie una línea de “progreso” en nuestra disciplina, es decir que considere que lo nuevo implica una superación de lo anterior –línea que suele tener una fuerte inclinación cientificista, en el sentido más positivista del término- no sería difícil definir qué es contemporáneo en psicoanálisis.

En contraposición a esa idea de sentido común, que piensa a lo contemporáneo en términos de “actual” o “novedoso”, uno encuentra que la lógica de los papersno funciona en psicoanálisis como en otras disciplinas. En nuestro campo, volvemos a los autores clásicos una y otra vez, y encontramos allí nuevas vetas de mineral precioso a extraer. A menudo es más provechosa la relectura de Freud, o Lacan, o Bion, que estar “al día” en todo lo que se publica en las revistas más tradicionales. Esto, que sería inconcebible en otras disciplinas donde en todo caso se lee a los autores clásicos como parte de la historia de la ciencia y no de la ciencia misma, tiene en nosotros un lugar estructural. Fue lo que Foucault estudió sobre la función del autor -en tanto fundador de discursividad que obliga a remitirse a él- en algunos terrenos, entre otros el del psicoanálisis.

Un clásico puede ser, bien leído, contemporáneo. Y una supuesta novedad –Freud lo advertía- puede ser más de lo mismo. Quizás sea interesante una anécdota surgida del corazón de la ciencia: James Watson, premio Nobel y descubridor de una de las claves del ADN, con más de 80 años, cuestionaba la validez de ciertas terapéuticas actuales para el cáncer. Pero lo interesante es el argumento que usó: “el principal obstáculo para la curación del cáncer –decía- es el carácter conservador inherente a los estamentos que lo investigan”, y agregaba que “mientras esto siga así, la curación estará siempre a diez o veinte años vista”. 

Un dato no menor es que hizo estas provocativas declaraciones no en una revista tradicional, donde quizás no hubiera encontrado lugar, sino en una joven revista digital, tan joven que ni siquiera tiene aún “factor de impacto”… Esta característica conservadora denunciada por el prestigioso científico en el corazón de la ciencia, creo que también está presente en nuestra disciplina. Y quizás retrase el avance de nuestros conocimientos también. Hay un psicoanálisis contemporáneo entre nosotros que no estoy tan seguro que esté a la altura de lo que la época nos demanda.

  • Quais autores psicanalíticos o senhor consideraria que estão contribuindo significativamente para o desenvolvimento do pensamento psicanalítico contemporâneo?

Por supuesto tengo mis preferencias teóricas y sigo con más atención a algunos autores psicoanalíticos que a otros. Allí no me fijo en las pertenencias institucionales y trato de hacer lecturas infieles, heterodoxas, que son las que más me importan. Sin embargo, no puedo leer todo lo que llega a mis manos, que es mucho en tanto editor de una revista, como ustedes saben pues están en la misma posición, y todo juicio en este sentido es sesgado y parcial. No pretendo ninguna universalidad, es apenas mi opinión.

Pero a la vez que hay que orientar, creo, nuestras “antenas” a lo nuevo que pueda estar gestándose, a lo nuevo por venir, a lo inesperado, encuentro a menudo una más rica interpelación desde fuera del psicoanálisis mismo. Desde la literatura, desde la teoría crítica, desde las disciplinas de la cultura. Esos campos de saber, que encuentran un lugar en Calibán también, funcionan como esa interlocución extranjera que nos anima a repensar nuestras certezas. A veces la propia comunidad analítica produce como se produce en un contexto endogámico, y no hay lugar para lo novedoso que interpele allí, sino para reencontrarnos con lo que ya sabemos. No es poca cosa eso, pero me interesa más lo que está un poco más allá, tras las fronteras.

  • Que recomendações daria aos editores de revistas psicanalíticas quanto à dificuldade na publicação de artigos com material clínico, que, sabidamente, enriquece a transmissão da psicanálise, mas esbarra na necessidade de preservação da privacidade dos pacientes?

Me parece antes que nada que hay que evitar la uniformidad de las revistas psicoanalíticas. Cada una debe cuidar, creo, su propio estilo, diferente a las otras. Hay una imposición subrepticia de criterios universales que lo que produce es un empobrecimiento de todos, editores y lectores. Sucede aquí lo que ha pasado en el mundo del vino: una creciente presencia de lo que se ha llamado “flying wine makers”, como el prestigioso Michel Rolland, recorre el mundo produciendo vinos que, con su firma, cotizan más. Sólo que al tiempo se advierte que los vinos, donde quiera que los produzca, sea en Mendoza, en Porto Alegre, en Santiago de Chile o en Bordeaux, se parecen demasiado entre sí. Son en realidad vinos de Michel Rolland. Y se pierde así el encanto de lo regional, de lo particular, del modo de cada vitivinicultor de cada terruño de cultivar sus vides y producir sus vinos. Algo así sucede con la internacionalización de las publicaciones. Es un riesgo del que hay que precavernos.

En ese sentido, cada publicación quizás pueda darse sus propios criterios al respecto de la publicación del material clínico. Sobre eso, terreno siempre en discusión en el seno de los comités editores, tengo más interrogantes que certezas. Me parece que sin discusión de material clínico la práctica necesariamente se empobrece, tal como creo que sucede en algunos grupos analíticos que tienen por metodología no incluir ni siquiera viñetas clínicas en sus discusiones. Por otra parte, hoy en día, en estos tiempos en que nuestros pacientes permanentemente nos “googlean”, y muchos trabajos publicados se encuentran fácilmente en internet, hay que redoblar los cuidados. Quizás haya que mantener un doble nivel de publicación: allí donde haya referencias a material clínico que haya acceso restringido, tal como sucede, según tengo entendido, en muchas publicaciones brasileñas. Por otra parte hay un gran trabajo colectivo a hacer con las bases de datos internacionales para no tener que someternos a criterios que quizás son válidos en general pero no en particular en función de nuestra disciplina, tan singular.

El principio del “consentimiento informado”, habitual en otros campos, creo que distorsiona mucho el campo transferencial en nuestro trabajo. Uno debería evaluar si el necesario interés por la investigación y el avance del conocimiento –sobre todo en la adhesión a principios que no surgen de nuestro campo epistémico- no corre el riesgo de hipotecar el trabajo clínico con los pacientes.