Alteridad

Docta 6.
Alteridad. Dossier: Los unos y los otros. Viena freudiana. Alteridad.

El lector advertido notará, apenas hojeadas estas páginas, que hemos abandonado las Texturas, habitual organización de las secciones doctrinarias de la revista. Quizás eso merezca una explicación. Pues para nosotros en tanto editores -en sintonía con el comentario de muchos autores y lectores- se trataba de una estructuración que, superadora de las colecciones de artículos sin orden ni tensión interna que suelen traer muchas revistas psicoanalíticas, pretendía introducir cierta lógica y orientar al lector en la vía de sus intereses.

Sin embargo, al cabo de seis números publicados, nos enfrentábamos con problemáticas inconsistencias: artículos que ubicábamos en Texturas Francesas, por citar un ejemplo, se reivindicaban más freudianos que algunos de los que aparecían en Texturas Freudianas; o quedábamos perplejos al constatar que buena parte de lo que viene produciéndose en la Escuela Inglesa se hace desde Italia (y nos parecía un exceso inventar unas Texturas Italianas). También experimentábamos cierta violencia al tener que catalogar en una nosografía editorial a autores felizmente inclasificables y por otra parte no podíamos disponer de una sección para cada artículo… Muchos autores se sorprendían al verse “encuadrados” en tal o cual Textura. ¿Con qué criterio los repartíamos? ¿Bastaba haber vivido en Francia para asignarlos a Texturas Francesaso haber dictado un seminario sobre Bion para ir a parar a Texturas Inglesas?¿Debíamos contar cuántas referencias a cada escuela había en la bibliografía de sus trabajos o directamente preguntarles bajo qué bandera se encuadraban o en qué idioma analizaban?

También nos pesaba de algún modo que, aún cuando las filiaciones inglesafrancesadieran cuenta del pluralismo que existe en nuestra institución y la diversidad -a veces fructífera, a veces no tanto-  vigente en el panorama psicoanalítico, nos ubicábamos en una lengua que no es ni la lengua en la que nuestros analizantes hablan ni tampoco aquella en la cual interpretamos. Sin contar que, al haber titulado una sección como Texturas Freudianas, la opción por el patronímico en vez del gentilicio generaba cierta disparidad. Pues podríamos haberla titulado Texturas Austríacas, o también Texturas Alemanassi hiciéramos hincapié en el idioma, como señalara Enrique Torres en una presentación de Doctaaños atrás. 

Comenzábamos a pensar en estas cosas, sin ninguna premura, cuando nos dimos cuenta, al ir recibiendo los trabajos de este número, que las Texturasya nos habían abandonado antes aún de que pudiéramos decidirlo nosotros. Entonces, siguiendo ese movimiento y con una idea aún en construcción, optamos por inaugurar una sección única que reemplazará a las anteriores Texturasy que nombramos, siempre desde una apuesta plural tanto en términos teóricos como institucionales, F(r)icciones.

Podríamos incluso avanzar sobre el nombre y adjetivar, siguiendo a Octave Mannoni, F(r)icciones freudianas, pues la desaparición de las Texturasno hace sino extender el calificativo de freudianoal campo en el cual y desde el cual todos los psicoanalistas producimos nuestras ideas, el campo freudiano. Como bien dice Colette Soler en la entrevista que le realizamos para este número: no se puede no ser freudiano.

Pero a la vez, el título de la sección permite una doble lectura y ahí se desliza nuestra apuesta: friccionespor un lado, pues deseamos –en tanto editores, aunque se trata de una formulación de deseos que encontrará o no eco en quienes escriban- que los trabajos se toquen, dialoguen, se saquen chispas si fuera posible. Deseamos desarmar, como hemos dicho, los andariveles en que los desarrollos psicoanalíticos, bajo el paraguas de las distintas escuelas, avanzan sin dialogar entre sí. 

En su otra lectura, la sección guardará un carácter tan ficcional, tratándose del terreno teórico en psicoanálisis, como lo son las teorías, retroactivas y singulares, que cada quien construye en la experiencia del análisis. Y tratar a las teorías como ficciones no implica rebajarles nada de su prestigio pues la verdad –siguiendo tanto a Bentham como a Lacan- se estructura como ficción. Lo que por supuesto no excluye que tales ficciones, tanto unas como otras,  tengan efectos bien reales.

La Alteridades el tema a partir del cual convocamos a escribir en este número de Docta, alineados con uno de los ejes del último congreso de Fepal realizado este año en Bogotá, que giró sobre la tríada “Transferencia-Vínculo-Alteridad”. De los tres significantes elegimos el que tenía a nuestro juicio mayor opacidad, y por lo tanto mayor potencia de interpelación para pensar la experiencia analítica. 

Pero no ha sido sólo el interés en convertir la noción de alteridad en blanco de las proyecciones de nuestros autores lo que nos ha llevado a proponerlo como tema central, sino la convicción de que la transferencia, uno de los términos de la tríada y concepto central del psicoanálisis, cambia radicalmente de tono, de color, de especie inclusive, si se la piensa desde las figuras de la alteridad. Quizás una buena parte de lo que se produce en el psicoanálisis contemporáneo pueda ser agrupado en función de la lectura que se hace de ese núcleo duro de nuestra práctica, la transferencia, y no resultará lo mismo lo producido por quienes en su abordaje acentúen la noción de vínculoque lo hecho por quienes lo hagan desde la de alteridad. Son acentos que convierten a la misma palabra en otra.

La alteridad, como dice Diana Sperling en estas mismas páginas, es un concepto mercurial, difícil de aprehender, pues se desplaza cada vez que intentamos apresarlo, condenándonos siempre a bordearlo. Este rasgo, que hace imposible cualquier petrificación, cualquier “tratado” sobre la alteridad, propicia que la panoplia de artículos que publicamos sobre el tema sea tan heteróclita. En ella resuenan, además de las evocaciones que tal noción despertara en los autores, en el trasfondo, el lugar que tal concepto encuentra en las infraestructuras teóricas a las que adhieren. Así, la alteridad como concepto tiene una larga historia en el psicoanálisis de inspiración francesa a partir de la entrada de Lacan en el mismo, lo que explica la relativa facilidad con la que autores como Barredo, Kreszes o Roca se encontraron con nuestra propuesta. Aún desde una perspectiva más freudiana, pero interrogada por lecturas filosóficas –donde como veremos la alteridad como interrogación a la mismidad tampoco carece de espacio- como en los trabajos de Cristina Blanco o Claudia Lara, es pensable sin dificultad. Cuando nos aproximamos al territorio influido por la escuela inglesa, sin embargo, el concepto resulta más difícil de capturar, más resbaladizo, y de ahí que los trabajos que publicamos con esta filiación aborden temáticas aparentemente extrañas a la idea de alteridad, como la intimidad. El lector sabrá encontrar los artículos de su preferencia en este número en el que conviven trabajos de miembros de nuestra Asociación con otros artículos originales de analistas invitados, argentinos y europeos, como Janine Puget o Stefano Bolognini.

Resulta difícil desprenderse de la referencia a las escuelas psicoanalíticas para pensar la ubicación de los trabajos –las Texturasnos abandonan y a la vez se resisten a hacerlo- y ello quizás sea testimonio del estado de nuestra disciplina: el de un campo dinámico pero fragmentado que aún no ha logrado una unificación mínima, ese olvido de los fundadores característico de la ciencia. Si tal cosa se debe a la relativa juventud del psicoanálisis y puede pensarse a futuro, como les gustaría a muchos, en un campo integrado según el modelo científico, o si forma parte consustancial e ineludible –más cerca de Foucault y lo que llama fundadores de discursividad– de la especificidad psicoanalítica, es algo que sólo el devenir futuro del psicoanálisis podrá decir.

El dossierde este número de Doctaes bifronte: los unos y los otroses su nombre. Los otrosa los que se alude son en primer lugar los otros del psicoanálisis -la filosofía, la antropología, la sociología- que nos hablan de lo que la razón analítica excluye y ponen así en marcha nuestros interrogantes, nos sacuden la modorra intelectual de la repetición de lo ya sabido. Diana Sperling nos trae en un largo y maravilloso texto -producto de un seminario que dictara en la Asociación Psicoanalítica de Córdoba- lo que agujerea desde su mismo seno la nostalgia del Uno, los “pensadores de la alteridad”, los filósofos proscriptos del saber occidental, acuñado al rescoldo de lo griego, y que quizás gracias a su prédica marginal sean quienes aportan más que ningún otro al psicoanálisis. A su vez, Teresa Porzekansky, desde Uruguay, retrata un panorama del otro, clásico tema de la antropología. Y André Le Breton, brillante sociólogo francés, nos acerca un estudio, casi clínico, sobre las escarificaciones deliberadas. Todos son trabajos inéditos que complejizan y facetanla mercurial alteridad.

Pero decíamos que el dossiertenía dos caras, y la de losunosretrata a través de sus personajes centrales la Viena de principios del siglo XX, es decir, la Viena freudiana. Fue allí, en el epicentro de Mitteleuropa, ese imperio plurinacional y multilingüe a punto de desintegrarse, donde surgió el psicoanálisis; pero no sólo el psicoanálisis sino también la filosofía de Wittgenstein y la música dodecafónica, junto a una renovación literaria, arquitectónica y artística inédita –al menos con ese calibre- en una circunstancia histórica y geográfica tan precisa y acotada.

Pero si bien surgieron allí, en la kaiserlicheköniglichecapital del Imperio Austro-Húngaro, no fueron fruto del cultivo de unalengua o de unanacionalidad apegada a sus raíces, al suelo y a la sangre. Si producciones tan formidables de la inventiva y sensibilidad humana vieron la luz allí fue gracias al aporte héteros, a la extranjería encarnada en un grupo de intelectuales y creadores provenientes de los arrabales del imperio, desde la extraterritorialidad más absoluta. Algo de ese mundo habría de desaparecer poco tiempo después con la llegada del nazismo y su cruzada contra la alteridad.

Una parte de nuestro dossierretrata entonces la Viena en tiempos de Freud, a través de una serie de artículos cortos escritos por estudiosos de las disciplinas en cuestión, de la filosofía y la música, de la arquitectura, la literatura y el arte: Daniel Vera, Magdalena Arnao, Mariana Garello, Sebastián Bauer, Susana Michelman y Jorge González evadiendo los ripios academicistas, nos acercan la obra de aquellos innovadores vieneses en un bucle que recoge tanto su lugar histórico como sus resonancias actuales.

Del trabajo de Jorge González, como si les hubiera dado vida con su pluma, las obras de Schiele y Klimt emergen y recorren todo el dossiersirviendo de contrapunto gráfico con lo que apareciera en ese período germinal en tanto límite al lenguaje, quizás emparentado con una alteridad más radical que la imaginaria. Mostrándonos que no se trata tan sólo de una excursión histórica, una obra del contemporáneo Diego Arrascaeta, con inocultables aires klimteanos, le pone color a la tapa.

En Palabras Cruzadas, publicamos una entrevista que le hiciéramos en París a Colette Soler, discípula de Lacan y destacada pensadora del movimiento analítico contemporáneo. Su presencia en una revista de IPA, constituye en actoun ejercicio de alteridad. En sus respuestas tan inteligentes como poco complacientes, a partir de la experiencia de haber sido –y luego dejado de ser- una de las espadas mayores del millerismo, interpela la primacía del “Uno” en psicoanálisis. Completa la sección una nota de Tomás Leivi sobre el recorrido de nuestra entrevistada y  un adelanto de su libro Lacan, l´inconscient réinventé, aún no publicado en español.

El reverso exacto a esa primacía del Uno quizás aparezca en una suerte de entrevista colectiva que pergeñamos en este número y titulamosCien años en sociedad:hable con ella,  en la que la enigmática “ella” del título no es sino la IPA, institución pionera fundada por Freud hace exactamente un siglo. Siendo como es una institución plural, no era fácil dar con alguien que la representara cabalmente, por lo que decidimos encarnar su hipotética voz en cinco voces distintas. Allí consignamos las respuestas que nos dieran cinco analistas de fuste y experiencia institucional: Horacio Etchegoyen y Cláudio Laks Eizirik, los únicos (hasta ahora al menos) latinoamericanos que han presidido a la IPA, junto a Abel Fainstein, Hugo Bleichmar y el querido Jorge Olagaray, a quien perdiéramos este año. Quedan sus últimas palabras, junto a las de los otros entrevistados, como una fotografía de algunos aspectos de los cuales no es común hablar en los homenajes pero sobre los que no queríamos privarnos preguntar.

Mientras escribimos estas líneas caemos en la cuenta que decimos IPA, sus siglas en inglés, en vez de API, el nombre en español –por otra parte una de sus lenguas oficiales. De la misma manera decimos “hable con ella”, …pero entrevistamos a cinco hombres. Quizás no sea un error a corregir sino un acto fallido a develar, en donde sale a luz, como se puede leer en el reportaje, que hasta ahora en la IPA las mujeres no han tenido demasiado acceso al poder, y pese a que supuestamente en IPA puede trabajarse en inglés, en francés, en castellano o en alemán, la lingua franca–y lo que en términos de estructura de pensamiento se juega en la adopción de una lengua- es evidentemente el inglés… 

A tono con el centenario de IPA, incluimos en la sección Con memoria y con deseoun trabajo de Elizabeth Chapuy sobre las vicisitudes de las sociedades analíticas y su disputa por la herencia. Y también una nota que hubiéramos preferido no tener que publicar: la semblanza que acerca de Nira Banhos, analista de la APC, escribiera Mónica Andreoli, recogiendo voces y recuerdos de quienes la conocieron más íntimamente.

En Contextospublicamos dos trabajos que pesquisan en lo social desde la mirada advertida por el psicoanálisis, uno de Emilio Roca, sin cuyo entusiasta apoyo inicial esta revista no existiría. El otro pertenece al analista peruano Jorge Bruce, quien ejercita su oficio no sólo desde su consulta sino también desde una columna semanal que escribe en un diario de extensa circulación en Lima. En ambos, se diluye la separación entre el ámbito de la clínica y el de la lectura del contexto social, lo que permite una interrogación recíproca.

En Lecturasreseñamos, como una suerte de apéndice a algunos textos que aparecen en este número, tres libros de autores ligados a Docta: la última obra traducida al español de André Le Breton, uno de los últimos títulos de Colette Soler y el libro que compila los trabajos del grupo Sygma, de Córdoba.

Este nuevo número de Docta, como todos quizás, pero más que ninguno, redobla nuestra apuesta inicial de editar una revista plural y a la vez rigurosa, creativa y a la vez inserta en una tradición, y es el fruto de la tarea de un equipo de personas al que es preciso nombrar, pues hay algo de autoría, de creación colectiva al editar una revista. Más allá del trabajo de los psicoanalistas, intelectuales y artistas que publicamos en este número, hay algo de la subjetividad de Eduardo Kopelman, Claudia Lara, Mónica Santolalla, Mónica Andreoli, Daniela Lozita -todos analistas devenidos editores-, en juego en este número. Y también, más allá de sus habilidades técnicas, se juega la subjetividad de Cecilia Curtino en la corrección, de Martín Cristal en el armado y diseño, de Lucas di Pascuale en el arte, de Facundo di Pascuale, de Fabiana Giomi, de quienes han estado antes en el comité editor y de quienes, desde las sucesivas comisiones directivas de la APC han prestado apoyo a este proyecto. Este número es de algún modo un precipitado de esas subjetividades, de esa apuesta colectiva. En tiempos donde, según se dice, algo de la experiencia subjetiva parece haberse perdido, no es poca cosa.

                                                                                          Mariano Horenstein