Imágenes paganas

Nota publicada en Revista Ñ el 12/11/16, bajo el título “La rebelión según Didi-Huberman” (seguida de entrevista con Marta Gili, directora del Jeu de Paume)

-Eres judío, no?

-Sí.

-¿Cómo piensas entonces tu oficio, siendo que las imágenes están proscriptas en el judaísmo…?

-Es que amo el sacrilegio.

El breve intercambio de palabras sucede casi casualmente en el Metro, luego de haber bebido. Acababa de terminar el cocktail con el que se inauguraba -en el Palacio Talleyrand- lo que probablemente sea la muestra más importante del año en Paris, la del Jeu de Paume.
Quien responde es George Didi-Huberman. Además de filósofo, es historiador de las imágenes, probablemente el mejor de todos. Solo que, contra lo que podría pensarse, historia no el pasado sino el presente. Quizás también el futuro.
Hay una verdad que no se revela sino después del alcohol. Y es claro que la verdad de George Didi-Huberman, autor de una muestra antológica, Levantamientos, es la del sacrilegio.
Con empeño sacrílego, Didi-Huberman recupera y lleva un paso más lejos lo mejor de su linaje, esa genealogía de interlocutores lúcidos, de recolectores de síntomas y residuos visuales de la contemporaneidad como Walter Benjamin, Aby Warburg o Erwin Panofsky, también judíos iconoclastas. Si Paul Celan estaba en lo cierto, sólo hay fidelidad en el traidor. Didi-Huberman traiciona, y sólo así es fiel a una tradición oculta en levantamientos de toda laya, la de los pueblos que batallan por hacerse visibles.
Para Didi-Huberman, el modo de concebir y practicar la historia de las imágenes es también una forma de militancia. Su apuesta no es solo estética sino también ética, una botella lanzada al mar; su muestra en sí misma es un levantamiento y su trabajo pedagógico: “la constitución de una memoria alternativa”, una basada en la potencia de “aquellos de los que no se sabrá jamás el nombre”.
Didi-Huberman es pequeño, con lúcidos ojos celestes que escrutan el mundo tras sus gafas. Quizás por ello, cómo decirlo, aunque tampoco importa demasiado, la muestra que pergeñó es elefantiásica, se infiltra por toda grieta posible para dar cuerpo a la idea fértil de lo que se levanta: materiales que se levantan y vuelan, brazos que se levantan y luchan, palabras que se levantan y así se hacen oír, masas que se levantan y acaban con dictadores. Puede suponerse lo que no se muestra en la trastienda de lo que sí se da a ver.
El curador ha tenido la habilidad de componer un collage de textos, documentos, fotografías históricas, objetos banales y videos contemporáneos que puede ser leído con una claridad que no esquiva la complejidad. No solo eso, ha sabido reunir, como habitantes de una misma narración, a héroes anónimos y vanguardias artísticas, a los situacionistas con Joseph Beuys y Goya, a Meireles, Oiticica y los zapatistas, a las Madres de la Plaza, a los republicanos españoles, a Michaux y a Alberto Korda. Y es en el apareamiento de las imágenes, en el modo en que las conjuga, donde aparecen las marcas de su autoría. Y también su picardía, pues ninguno de los artistas de la exposición – y los hay muchos, y los hay grandes- logra la visibilidad que el curador adquiere en su muestra.
En ese sentido no hay clivaje sino continuidad entre sus numerosos ensayos y esta muestra en la que -como un coleccionista- decide mostrar al público sus tesoros. También la exhibición se convierte en un informe de avance de la investigación que lleva a cabo sobre el registro de las imágenes desde hace años.
Pero si en sus libros se trata de textos intercalados con algunas imágenes, el método se invierte aquí: imágenes, escandidas por apenas algunos textos, anuncios, epígrafes que organizan la exposición y a la vez la integran como si se tratara de un gran poema épico.
La iconoclastia de Didi-Huberman se muestra también – como suponía Flaubert que se mostraba el buen Dios- en los detalles. Por ejemplo cuando decide mostrar en el museo, una serie de cuatro fotos en pequeño formato: las imágenes del exterminio que los Sonderkommandos de Auschwitz tomaran furtivamente en Auschwitz. Fue a partir de esa fotos que el autor construyó su texto Imágenes pese a todo, en el que -en sacrílega polémica con C. Lanzmann- defendía su derecho a trabajar con las imágenes de lo inimaginable, la Shoah.
Si hay un riesgo posible quizás sea el de la hybris, el exceso. Aunque Didi-Huberman también provee el antídoto, pues su trabajo no pretende ser enciclopédico ni ambiciona una cartografía absoluta de los levantamientos: apenas una muestra, en todos los sentidos de la palabra.
Aunque también hay otra muestra en torno a la inauguración: el desfile de figuras que podrían aparecer en páginas de sociales de Vogue pero también en una película de Buñuel: artistas, coleccionistas llegados para la FIAC -la mayor feria de arte contemporáneo, a metros de allí-, la mítica Orlan o Roman Polanski, funcionarios y críticos, embajadores y custodios…
El envío argentino incluye imágenes de Hugo Aveta y Graciela Sacco, además de fotografías documentales de Eduardo Gil, Silvio Zuccheri y otras -tomadas en Francia a quienes reclamaban por los desaparecidos- de Henri Cartier-Bresson. La historia reciente argentina convive así con grabados de Goya, litografías de Manet o impresiones de Sigmar Polke, objetos de Joseph Beuys o volantes clandestinos que posibilitan -en el montaje que construye Didi-Huberman- lecturas inéditas y múltiples. La yuxtaposición y el anacronismo -claves teóricas para apreciar la muestra- potencian y multiplican esas lecturas.
La muestra se despliega a través de cinco grandes estaciones o capítulos en función de su agente y medio: elementos, gestos, palabras, conflictos, deseos. A través de esa organización, el curador deconstruye el acto que implica todo levantamiento. También evidencia las influencias de su trabajo. Cuando dice “entre la memoria y el deseo hay un lazo inquebrantable” se adivina a Bloch y su “principio esperanza”. Cuando describe el modo en que el deseo atraviesa las imágenes, hundiendo raíces en el pasado para inventar un futuro, alude al psicoanálisis, otra referencia ineludible de su trabajo, junto a Benjamin, Hanna Arendt o la mejor tradición del pensamiento crítico francés.

En continuidad con su gran muestra anterior en el Reina Sofía, Atlas. Cómo llevar el mundo a cuestas, Didi-Huberman ha compuesto aquí una biografía de la insurrección, un retrato de “esas personas, que se ignoran” -cita a Borges- y que “están salvando el mundo”. Y si en aquella muestra madrileña inspirada en Warburg los latinoamericanos brillaban por su ausencia, en Levantamientos en cambio, son legión.
Es que resulta imposible pensar en una suerte de historia universal de los levantamientos sin referencias a un continente que, para bien o para mal, ha alimentado tanto el deseo como la memoria de la insurrección. Por eso es justo que esta exhibición, una caravana detenida en la Place de la Concorde apenas por unos meses antes de partir en busca de nuevas interlocuciones, recale también en nuestras costas.
(Hasta mediados de enero en el Jeu de Paume, Paris. Luego de ser exhibida en el Museu Nacional d`Art de Catalunya, Barcelona, y antes de itinerar por el Museo Universitario de Arte Contemporáneo, México y la galería de la UQAM, Université du Québec, Montreal, podrá verse en Buenos Aires: De junio a octubre de 2017 en el Museo de la Universidad Nacional de Tres de Febrero)

Un americano en Paris
Paris ha sido amable con los artistas desde siempre. Y a Hugo Aveta lo ha acogido con particular entusiasmo.
Luego de haber trabajado bajo el auspicio del Musée du Quai Branly y la Maison de Amèrique Latine, luego de Photoquai y de haber ingresado a la colección del Centro Nacional de Arte Contemporáneo en Francia, luego de dos muestras individuales en Paris, este otoño lo encuentra en el Jeu de Paume.
Allí G. Didi-Huberman seleccionó su video Ritmos primarios. Subversión del alma, donde Aveta utiliza fotos de archivo del derrumbe del gobierno de De la Rúa. Con esos restos visuales de la crisis institucional del 2001, a través del trabajo con una emulsión fosforescente, el artista retrata imágenes en el preciso momento de la desaparición. Con estas imágenes compone un video que, literalmente, brilla en la oscuridad del museo.

El grito
Graciela Sacco está en tránsito. Arriba a Paris desde Berlin, donde -en compañia de artistas de la talla de Mona Hatoum, Francys Alÿs o Christian Boltansky- presentó dos intervenciones sitio específicas en torno al tema de las Migraciones. La muestra Uncertain States entonces, en la Akademie der Kunste, funciona como un preámbulo a su participación en el Jeu de Paume.
Allí el curador seleccionó fotografías de su proyecto Bocanada, extrayéndolas de su enclave original -las calles de Rosario- y el momento de su gestación -el menemismo- para propiciar nuevas lecturas. Como en Berlin, las lecturas son tan políticas como contemporáneas. El espacio de la calle -pues en su origen se trataba en buena parte de afiches callejeros- entra al museo para hacer oír un grito y un reclamo, otra de las formas del levantamiento.

Formas de decir NO.

Entrevista con Marta Gili (directora del Jeu de Paume)
¿Qué propone al público una exhibición tan proteica, a diferencia de una muestra “tradicional”?
Las instituciones culturales del siglo XXI no pueden desentenderse de los desafíos sociales y políticos de la sociedad. Esta exposición plantea, de forma consecuente, interrogantes en torno a las formas de representación de las “sublevaciones” , de los “levantamientos”, “ de la revolución” , de las formas de decir “NO” o “Basta ya”, desde Goya a nuestros días. No es una exposición cronológica, ni de tendencias artísticas, ni de estilos, sino una investigación iconográfica sobe algunos de nuestros modos de rebelarnos.
La muestra incluye artistas clásicos y contemporáneos, fotografías y videos, pero también objetos y escritos… ¿Cómo piensas el contrapunto entre imágenes y palabras, en un museo consagrado a la imagen?
Una imagen genera palabras. Sin ellas la imagen es muda y una imagen muda puede ser tan insignificante como peligrosa. Nos parece una tarea urgente, y consecuente con nuestra responsabilidad con la sociedad, la de reactualizar el análisis de la condiciones históricas en que se desarrolla la fotografía y la imagen en movimiento. Afortunadamente, la historia de las imágenes o de nuestros modos de ver y percibir el mundo a través de ellas, no es lineal ni de sentido único. De ahí nuestra fascinación por aquellas imágenes que no dicen todo lo que muestran o aquellas otras que se ven afectadas por los avatares de nuestra condición humana. La fotografía, y la imagen en general, no solamente representa la realidad o incluso aquello que el ojo humano no puede ver; la fotografía, como nosotros, es capaz de esconder, negar y sufrir. Solo espera a alguien que sepa escuchar sus júbilos y sus lamentos. Esta exposición propone, pues escuchar y ver las imágenes desde esta perspectiva.
¿Cómo surgió y se gestó la idea original de la exposición?
Hace dos años y medio, durante una conversación en que Georges Didi-Huberman y yo misma elucubrábamos sobre la posibilidad de darle forma de exposición al tema de las sublevaciones. Le pedí que imagináramos la posibilidad de hacer una exposición en el Jeu de Paume y enseguida aceptó. Nos pusimos “manos a la obra”.
¿Qué significa trabajar con alquien que no se define como curador profesional?
La capacidad de Georges Didi-Huberman para transmitir ideas, conceptos y emociones en torno a temas complejos es enorme, su generosidad intelectual no tiene límites. No es un crítico de arte, es un pensador de imágenes. Ello le permite liberarse de muchos prejuicios acerca del status de una obra de arte y sus formas consensuales, para afinar en las tensiones poéticas y políticas de nuestra convivencia con las imágenes, o de la convivencia de las imágenes con nosotros…
Soulèvements está planteada como una muestra itinerante, que también recalará en nuestro país… ¿Variará la selección de obras?
En Buenos Aires la exposición se presentará en junio de 2017. En cada una de las etapas, sin embargo, Didi-Huberman realizará una investigación para incluir fotografías, pinturas, esculturas, films o documentos locales, prestados por las colecciones públicas o privadas de cada ciudad. Trabajar con los contextos históricos, artísticos y contemporáneos de cada lugar es el objetivo principal de este gesto, que nos parece el más adecuado para la temática que trata. Habrá pues una parte de la exposición común a todos los lugares, y otra parte que variará en función de las colecciones locales.