Mutaciones clínicas, tiempos interesantes

Tiempos interesantes

Una antigua maldición china, plena de ironía, dice: ojalá te toquen tiempos interesantes. Si ésa es una maldición, una bendición sería vivir tiempos poco interesantes, pacíficos, aquellos más proclives a una módica y tranquila felicidad. Tiempos que, al menos en esta parte del mundo, no son claramente los que nos toca vivir. 

Entiendo que vivir tiempos caóticos puede equivaler entonces -si no naufragamos- a vivir tiempos interesantes.

(primera postulación) Propongo una postulación acerca del caos en tres tiempos, para intentar salvarnos del naufragio: 

1 El caos, habitualmente identificado con el desorden, no necesariamente es algo opuesto al cosmos, identificado con el orden. El caos es un orden que aun no alcanzamos a entender ni mucho menos a articular. 

Z. Bauman, sociólogo que estudió el modo en que la modernidad dejó de ser sólida para pasar a ser líquida, permitió explorar -incluso en el psicoanálisis- el modo en que esa liquidez infiltraba la subjetividad, los vínculos, la organización social. Me gustan los manifiestos, y hay uno bastante conocido, el Manifiesto Comunista, escrito por Karl Marx y Friedrich Engels mucho antes de que Bauman naciera, donde aparece una frase que quizás sirva para entender el caos presente: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Cuando hablamos de caos, hablamos no de cómo la solidez de un mundo se fluidifica progresivamente, sino literalmente de cómo un mundo, o un modo de concebirlo, desaparece, explota por los aires.

Mutaciones clínicas 

A veces me pregunto cómo se verá mi consulta desde un lugar profano, por ejemplo, el del portero del edificio donde trabajo. Alguien que registra a quienes vienen a verme a partir de lo que miray no de lo que escucha, alguien que no participe de las contraseñasde pertenencia de nuestro medio y no tenga la menor idea de quién fue Freud. Mi portero es tan ajeno a estas cosas que se permite la libertad de conversar con los pacientes ignorando las más elementales reglas de la abstinencia y del encuadre… Cuando me pregunto eso, me respondo que mi portero ha de ver a los pacientes que, uno tras otro, tocan el timbre de mi consultorio como un barmande una cantina intergaláctica podría ver a parroquianos venidos de distintos planetas y pertenecientes a distintas especies.

Yo mismo, si me mantengo atento y cuido esa extrañeza, esa disposición para el asombro[1]que es fundamental en psicoanálisis, si no naturalizo nada concerniente a la clínica contemporánea, advierto la heterogeneidad radical de la consultaque mantengo desde hace casi treinta años. La extrañeza ante una mutación en curso.

Por un lado, hay un cambio en quienes consultan, al menos en un país como el nuestro: ya no es una práctica tan elitista el psicoanálisis, por suerte, y los consultorios están poblados de estudiantes o asalariados, y también de profesionales, empresarios, artistas… hasta un presidentese analiza aquí. Miromi consulta -la miro, sí, porque cuando la escucho es distinto, y quizás en lo que se escuche mucho de lo que se escuchara cien años atrás se conserve- y hay un cambio de épocaevidente: viene a verme un cirujano que hace reasignaciones de sexo y una mujer que espera recibir el implante de un embrión que será su hijo, proveniente de un óvulo donado y fecundado desde un banco de esperma. Vienen sujetos homosexuales a analizarse sin ningún malestar en torno a su posicionamiento sexual, o en todo caso ningún malestar distinto al que pueda tener cualquiera en ese punto. Vienen personas que eligen a sus parejas por Tinder y que trabajan para el mundo desde su casa, vienen integrantes de familias ensambladas, jóvenes capaces de ver series por horas y mujeres susceptibles al menor indicador de prejuicio patriarcal que pueda trasuntar una interpretación… A veces vienen y a veces me llaman, no importa en qué lugar del mundo estén ellos, o yo. Hay una mutación en curso, evidentemente.

También ha mutado la psicopatología que vemos. Los cuadros de borde, que extreman la idea del caso a caso diluyendo todo cuadro encasillable a priori, son hoy mayoría. No quiere decir que no haya casos de histeria o neurosis obsesiva claras, incluso algunos de ellos que parecen de otra época, pero lo que prima es el malestar difuso, la depresión, desasosiegos tránsfugas del espacio mental que han anidado en el cuerpoy obligan a un trabajo de minero para rescatarlo y ponerlo a producir. Las grandes estructuras clínicas, que ordenaban nuestra escucha, me parece que hoy son menos claras. Los tiempos de las entrevistas preliminaresse extienden cada vez más frente a pacientes que cuesta cada vez más hacerlos entrar al cercado. Cada vez nos lleva más esfuerzo “fabricar” un paciente analítico, y no tiene sentido quejarse de ello. Por momentos, pareciera que nos hemos entrenado para lidiar con pacientes que ya no existen.

Mutó la clínica, pero mutó también nuestro modo de escucha (ya nadie recibe a un homosexualpara cambiarlo, ya nadie recibe un adolescentepara ajustarlo a la norma o al deseo de sus padres. Ya nadie rehuye encuadres de trabajo atípicos…) Y bastante a menudo sucedía lo contrario. Escuchamos menos presos de nuestras teorías, somos más ágiles y menos apegados a dogmas. Quizás ciertaimposturapsicoanalítica haya caducado de algún modo y el diván normalizador, el diván de Procusto, hoy sea más raro que en otros tiempos.

Pero aun hay mucho de prejuicioque anida en las teorías, o al menos de cuestiones históricas-las teorías tienen historia- naturalizadas y por momentos, si no estamos atentos, el psicoanálisis corre el riesgo de atrasar frente a los tiempos. Es como si hubiera dos relojes -como en Untitled (Perfect Lovers), la obra del cubano Félix González Torres para figurar el desajuste del amor, la “no relación sexual” si se quiere- que arrancan sincronizados y, con el tiempo, comienza a aparecer una ligera diferencia -uno adelanta, el otro atrasa- que no deja de acentuarse.

Cuando el psicoanálisis vio la luz, en la Viena de fin de siècle, el reloj en verdad adelantaba. Como una interpretación de la época, formulada segundos antes de que se haga evidente, el psicoanálisis supo apresar algo del Zeitgeistque estaba en el aire, en otro momento de caos, el del derrumbe de los grandes imperios que desembocaría en la Gran Guerra. Pero el aire anunciaba también una tormenta creativa casi inédita (literatura, arte, arquitectura, filosofía, política, música), y por apresar ese ZeitgeistFreud encontró un lugar en aquella contemporaneidad. Así como por apresar otro Zeitgeist, el del Mayo Francés, es que Lacan potenció las posibilidades de su innovación.

No está garantizado que el psicoanálisis encuentre lugar en nuestra contemporaneidad, y creo que es bueno no darlo por sentado, aún pagando el precio de incertidumbre e incomodidad que tal situación acarrea. Hemos de estar atentos, ajustar los relojes todo el tiempo. 

Mutación de la especie

La época que nos toca, siempre difícil de definir como todo lo que está en movimiento, no ha sucedido ya sino que está sucediendo, se inscribe en una nueva era geológica, la del Antropoceno. La especie humana ha mutado, se ha hecho planetaria en una ínfima fracción de tiempo en una escala cósmica y su incidencia en el entorno terrestre ya no permite hablar del Holoceno, la era que ha llegado a su fin, sin más. Quizás haya que proponer otro nombre para pensar a esa misma especie, a la que pertenecemos, difícil de reconocer si la comparamos con lo que ésta era hace apenas cien años atrás, cuando una curiosidad como el psicoanálisis fue inventada. Es más, para que el mismo psicoanálisis no devenga una antigualla, debemos ser capaces de nombrar lo nuevo de esta especie mutante a la que pertenecemos.

La especie humana, el homo sapiens sapiens-según cuenta Yuval Harari- logró hacerse un lugar en el futuro mientras otras especies de homínidos, existentes al mismo tiempo, no. Lo que los distinguía, la razón de su supervivencia, fue la capacidad de contar historias, de producir ficciones. Nuestra disciplina tiene mucho que ver con eso: surge en medio de la crisis de la experiencia denunciada por Walter Benjamin, crisis que era a la vez testimonio de la pérdida del Espíritu de la Narración. Siempre he creído que el lugar que el psicoanálisis encuentra, el que se inventa, tiene que ver con esa crisis.

En psicoanálisis no hacemos sino inventar relatos eficaces(Soler), eficaces no en cuanto a narrativa literaria sino eficaces en tanto capaces de singularizar, de permitir que cada quien lidie del mejor modo posible con el goce que le es propio y se deshaga a la vez de las trabas que el síntoma le impone. En análisis cada uno se inventa un relato, recuperando el derecho de participar en la escritura del guión, antes reservado exclusivamente al Otro.

Las mismas teorías son ficciones (Mannoni) y De Certeau pensaba -creo que con razón- que el psicoanálisis es el retorno de la ficción -tanto en contenido como en forma- en el discurso positivista de la ciencia. 

Éste es entonces el segundo tiempo de mi postulación inicial: 

2 Lo que aparece como caos son en verdad los pliegues íntimos de la mutación en curso, estamos en su vórtice. 

Cuando Freud teoriza, lo hace también en el corazón de otra mutación en curso, la de la caída de los grandes imperios que funcionaban como ordenadores, como los grandes relatos que los sustituyeran y que también han caído. Cuando Lacan teoriza, lo hace en medio del vértigo del Mayo francés, cuando todo parecía ponerse patas para arriba para las generaciones más jóvenes. Quienes consultaban tanto a uno como a otro, lo hacían desde la perplejidad de su época, en busca de respuestas, o de preguntas correctas, que los orientaran. ¿Cuál es la perplejidad de estaépoca? ¿Cuál es la nota estructural de esta nueva mutación? ¿Hacia dónde vamos?

En ese sentido, me pregunto qué ficciones podemos construir frente al caos contemporáneo, que no es ni el de la Viena de principios de siglo pasado, ni el Paris de fines de los años ´60. 

En nuestras conjeturas teóricas hay sedimentosde las circunstancias que las vieron nacer: la caída de los imperios, la experiencia de la Gran Guerra primero, los campos de concentración y el genocidio industrializado, Hiroshima, la revolución sexual … Hoy es imposible no incluir como determinantes la globalización y la revolución digital, la consolidación del capitalismo como discurso único, la hegemonía de los mercados, el surgimiento de populismos de derecha e izquierda, los retornos del fascismo reprimido, la corrupción como corrosión del lazo social… sería necio pensar que este tipo de elementos no tienen incidencia en nuestro teorizar o en la clínica con la que trabajamos.

Si ha habido una mutación en cien años, qué cabe decir de los últimos treinta (donde se registraron más cambios que en los últimos trescientos). En ese sentido, la especie a la que pertenecemos, con la que trabajamos, no solo no es la misma que la de la Viena freudiana sino que tampoco es la misma que la que existía mientras nos formábamos como psicoanalistas y las computadoras ocupaban el espacio de una habitación. Hay que aprender todo de nuevo. Y para eso, primero hay que saber desaprender.

En ese sentido, el esfuerzo necesario no es menor pues desaprender implica desidentificarnosrenunciar a todo emblema de saber, a cualquier derecho heredado a ser receptáculo de transferencias. Debemos ganárnoslas, a cada una de ellas, cada vez, con cada uno. Desidentificarnos implica asumir la castraciónde un modo tan crudo como inapelable. 

Dimensiones de la mutación

Como toda mutación, la presente se produce en distintos órdenes y escenarios simultáneamente, es necesariamente heterogénea. Me gustaría distinguir algunos de esos ejes, tres para ser más preciso, que nos interpelan particularmente:

1 Asistimos a un indudable triunfo global del capitalismo, capaz de mutar él mismo de un modo asombroso.

2 Por otra parte, un cambio del que apenas podemos medir sus consecuencias también se ha instalado para no desaparecer, y es el que conduce de lo analógico a lo digital. No me refiero a un mero cambio tecnológico, sino al modo en que los cambios tecnológicos reconfiguran la mente, cómo surge una nueva subjetividad.

3 La degradación de las figuras de la ley, el declive del padre en Occidente, la caída de los grandes relatos ordenadores. El fenómeno es multiforme y abarca por un lado el cuestionamiento del patriarcado y sus abusos, pero también la impugnación de ley como reguladora, la corrupción como corrosión del lazo social. En un punto, se impugna incluso la idea de la diferencia sexual como ordenadora.

Estas tres líneas de la mutación epocal implican distintas encrucijadas y desafíos para el psicoanálisis:

1 Colette Soler decía que recibimos a los heridos, las víctimas del superyó capitalista, quienes no lograron entrar en los requisitos de felicidad, éxito, belleza, fuerza, energía, alegría, optimismos, competición, etc….

Discurso psicoanalítico como reverso del del amo; y casi idéntico al de los mercados: hacer surgir un sujeto de la responsabilidad(en vez de la culpa del fracaso) allí donde éste se diluye en el anonimato. Mostrar la hianciaallí donde pareciera prometerse cegarla a través de una fábrica incesante de objetos. 

Es en los intersticios del capitalismo donde se desarrolla nuestra práctica, ocupándonos de lo que queda afuera, las cosas del amor, decía Lacan, el sujeto diluido, los restos segregados como desechos. 

Hölderlin y la dilución del sujeto: donde crece el peligro, aparece la salvación

2 Una de las cosas que resulta revolucionario en el psa cuando surge es su método: en un contexto victoriano, represivo, instaura una posibilidad de hablar única. Llevando la asociación libre del campo experimental al de nudo de su práctica y condición del encuentro analítico, despliega, avant la lettre, es decir mucho antes de la revolución digital, una alternativa al modo lineal de pensar, artificial, un modo de “navegar” bastante afín a lo que hacemos hoy en día cuando surfeamos la web, yendo de un punto a otro a través de esas palabras clave, links, que nos transportan de un estrato a otro, de un confín a otro, dejando ventanas abiertas. El efecto liberador de ese modo de hablar, catártico por un lado y a la vez facilitador de descubrimientos, nunca es lo suficientemente ponderado. 

Hoy, sin embargo,un modo nuevo de hablar que resultaba un hallazgo se ha generalizado y nuestros jóvenes hablan como navegan. La sexualidadmisma -y aquí quizás somos responsables en parte de ese aspecto de la mutación- ha abandonado su escondite represivo y aparece a ras del suelo, como vetas en la mina a cielo abierto del habla cotidiana.

Más que disfrazarse de moderno, rescatar la potencia de lo anacrónico. La frase de Marx, ese filósofo de la sospecha tan anacrónico como el psicoanálisis, y que por eso quizás -como el psicoanálisis- da también y tan bien en el blanco. Anacrónico no es sinónimo de vetusto. La Bauhaus cumple 100 años y es contemporána, mientras el fax, los CD o las canchas de paddle ya son antiguallas. Hay objetos mucho más antiguos que el psicoanálisis -la rueda, por ej.- que han seguido siendo contemporáneos.

La revolución digital es inapelable y el psicoanálisis es inevitablemente analógico. Un registro digital -en música, en video- implica posibilidades inauditas, pero se extraña algo allí: una vibración (Baricco), un misterio, que creo es posible percibir en un vinilo, en una película proyectada en celuloide. Es más perfecto, y por eso mismo, peor. Al mismo tiempo que se replica y multiplica sin límites, el mundo digital implica una pérdida, hay una pérdida de matices en el registro digital, que es de a saltos (termómetro, reloj). Allí, en ese resto, aparece algo de lo que solo nosotros nos ocupamos. 

(potencia de lo anacrónico: Bactrim, vinilo) Potencia de lo anacrónico: el psicoanálisis como animal híbrido, como artefacto retrofuturista, artesanal.

3 Efectos de la degradación del padre, pero también revolución feminista que cuestiona muchos de nuestros presupuestos, obligándonos a repensarlos, 

Una consecuencia de los dos postulados anteriores -y que está por detrás de las respuestas del psicoanálisis a la mutación- el tercero y quizás el que más nos atañe, es que 

3 El caos, en tanto alteración de las referencias conocidas impuesta por la mutación en curso, nos obliga a repensar nuestros presupuestos, a revisar nuestros fundamentos, haciéndose imposible -o peor aún, inútil- cualquier aplicación automática de un saber. El caos no aparece en cualquier momento, sino cuando está en curso un cambio en las mentalidades, en los paradigmas con los que pensamos el mundo. 

Mutaciones teóricas

En ese sentido, quizás podamos pensar las teorías con que nos manejamos desde esta lógica. Sabemos que no necesariamente lo novedoso es lo más lúcido y avanzado y la misma idea de progreso suscita controversia: no es común ver artículos periodísticos que rescatan desde la neurociencia características de nuestra especie que el psicoanálisis descubrió hace un siglo, con medios mucho más modestos y sin tanta alharaca.

Pero también es cierto que muchas veces hacemos ejercicios de lectura -de la clínica, de la realidad política también- como dando por supuesto que contamos con medios suficientes para entender y aun para modificar lo que sucede. Cuando sabemos que no siempre sucede así. Quizás allí nos volvemos arrogantes, con el riesgo que eso entraña de quedarnos hablando solos.

Me gusta pensar que la teoría en psicoanálisis pueda funcionar como la tabla periódica de los elementos o como algunas teorizaciones físicas o astronómicas que cartografían zonas de saber pero también zonas abiertas a lo desconocido, donde hay aun mucho por descubrir, donde incluso podemos anticipar cosas que, sabiendo que existen, no hemos sido capaces de formalizar aún. Aunque también podría suceder que la misma tabla periódica, el mismo mapa del cielo -a fin de cuentas también teorías- estallaran.

El symposium del año pasado mostró nuestros esfuerzos para estar a la altura de los tiempos, alinearlos -como pedía Lacan en esa conocida frase- al horizonte de la subjetividad de la época, y también de nuestras limitaciones a la hora de hacerlo. Hacemos un esfuerzo grande en pensarnos reverberando con los tiempos, y los temas de los Symposiums dan cuenta de ello: sexualidades & géneros, caos, tiempos violentos… Como si nos hubiéramos dado cuenta que si no nos dejamos interpelar por lo que sucede fuera de nuestra parroquia, si no dejamos que la época entre al consultorio, tampoco entrarán los sujetos que en la época padecen. 

Allí donde el caos implica desorden, perplejidad, pérdida de referencias, angustia, las ficciones que construimos, sea en tanto disciplina, teóricamente, como en la capilaridad, la microfísica de lo que sucede en nuestros divanes, ordenan y calman, allí es donde el psicoanálisis aparece en su verdadero valor refugio, como reserva de presencia (Villoro).

(identificarse con un dispositivomás que con una teoría o un maestro o un encuadre) Dispositivo como decantado del encuadre, aunque las teorías envejezcan, es lo que queda. Toda teoría envejece, quizás no adherir en demasía a una en particular, preserve. Y no porque exista un plano metateórico, la teoría de todas las teorías, sino porque cada teoría, en tanto modo de intelección y delimitación de un campo, está destinada a envejecer, y requiere de constantes reinvenciones para no devenir un discurso anacrónico(en el peor sentido). Si en vez de identificarnos en torno a unateoríao un maestro, sea cual fuera, lo hiciéramos en torno a un dispositivo, quedamos menos atados para intentar entender un mundo que ya no es como nos enseñaron que era. Y esto no significa privilegiar un encuadreque también puede quedar, de hecho así ha sido, vetusto, obsoleto o impracticable, sino poner en valor el destilado de ese encuadre, la verdadera invención freudiana, un sencillo dispositivo de escucha(asociación libre, atención flotante, abstinencia) que configura un espacio en el que -y he aquí la apuesta teórica que ha mantenido todo su valor a más de un siglo de su formulación- todo lo que se diga ha de tener un valor.

Entonces, ¿qué queda si nos desidentificamos de la teoría que nos ampara? Ni el eclecticismo ni un empirismo tosco, creo yo, en todo caso la propensión a inventar, a redefinir y cuestionar los inevitables presupuestos teóricos que nos habitan y configuran la matriz de lo que podemos -y también de lo que no podemos- escuchar. Porque con las teorías sucede como con las lenguas, que no son solo instrumentos sino modos de configuración de la experiencia, modos de concepción de un mundo: hace falta más de una[2](Cassin). Uno no se percata de las determinaciones de la lengua que habla o de la cultura que habita, hace falta contrastarla con otra lengua, con otra culturapara mostrar la contingencia allí donde se ha creído en la necesariedad

Lo mismo sucede con las teorías: ninguna teoría permite ver lo que esa teoría tiene como límite, por definición ninguna teoría permite aislar sus puntos ciegos, sus deficiencias. Hace falta al menos otra teoríapara tener esa perspectiva. Entonces no se trata de defender un relativismo a ultranza sino de someter nuestros conceptos a la prueba de lo extranjero(Berman). Como en las Cartas Persas de Montesquieu: no se trata de saber cómo piensan los persas, sino cómo piensan los franceses, extranjerizando el propio modo de pensarse.

Un efecto de esta mutación es una alteración de la relación transferencial hacia el psicoanálisis, una creciente desuposición de saberque nos obliga a reconquistar un lugar de autoridad epistémica, que a mi juicio hemos perdido, en caso de haberla tenido alguna vez. 

En ese sentido estamos como Freud en sus comienzos, sin el amparo de las transferencias a las que nos habíamos (mal) acostumbrado.

Imposible ver del todo el cambio en el momento en que se produce, imposible saber si sobreviviremos. Aunque está claro que mereceremos hacerlo en tanto y en cuanto nos reinventemos

Como toda mutación, es probable que responda a necesidades de adaptación de la especie: adaptarse, singularizarse al máximo para no perecer y lograr transmitir la singularidad genética a la generación siguiente. Eso es lo que quizás haga a estos tiempos que nos toca -si estamos a la altura de lo que se nos exige- tan interesantes.

Baricco, Alessandro, The Game, Anagrama, Bs. As., 2019

Braunstein, Néstor, El inconciente, la técnica y el discurso capitalista, Siglo XXI, Ciudad de México, 2012.

Cassin, Barbara,

Harari, Yuval Noah, De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, Debate, Bs. As., 2017.

Higgs, John, Historia alternativa del siglo XX, Taurus, Bs. As., 2016.

Lacan, Jacques, Función y campo…

                            La tercera

Mannoni, Octave, El diván de Procusto, Nueva Visión…

Nosek, Leopold, La disposición para el asombro…

Oliveira, Luiz Alberto, El mañana y sus vicisitudes, en Calibán vol. 13 n. 1, 2015

Soler, Colette, El anticapitalismo del acto analítico, en ¿Qué se espera del psicoanálisis y del psicoanalista?, Letra Viva, Bs As, 2007.


[1] Leopold Nosek.

[2]“Más de una lengua” es lo que preserva de la ilusión griega de identficar la lengua propia como logos y a las demás como bárbaras (Cassin, 2014, p. 11-12)  “…es preciso observar una lengua, y la propia, desde otra parte para comprender así que se trata de una lengua, para ponerla en juego de otra manera y no como logos, o sea, como universal, natural, materna, sino para reterritorializar el lenguaje en lengua, una entre otras… queda la desterritorialización” (Cassin, 2019, p. 94)

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